Las carreteras son una pieza clave para que la movilidad sea cada vez más sostenible. Están llamadas a abandonar su papel pasivo como estructura del tráfico para convertirse en un elemento inteligente, con vida propia, capaz de interactuar con el entorno, reducir las emisiones, generar energía o, incluso, ocuparse de su propio mantenimiento.
veces cometemos el error de relacionar la sostenibilidad, exclusivamente, con el entorno urbano. Sin embargo, fuera de las ciudades, la movilidad interurbana ocupa un papel fundamental en la lucha contra la contaminación y el cambio climático, ya que recoge millones de desplazamientos cada día. En esta línea, los ODS proponen modernizar las infraestructuras, emplear recursos más eficientes y adoptar nuevas tecnologías y procesos más limpios en ellas. Todo ello con el objetivo de sumar fuerzas a la hora de impulsar prácticas más sostenibles, ambiental y socialmente, como la economía circular, la electrificación, la reducción de las emisiones de CO2 o el respecto por el entorno, entre otras muchas.
Nuevos materiales
La revolución del asfalto ha comenzado y la protagonizan diferentes materiales sostenibles. Es muy importante que los proyectos que avanzan en este sentido no se limiten a las futuras vías, sino que deben aplicarse, también, en los pavimentos que ya existen. Hoy, la mayoría de las carreteras del mundo están hechas de asfalto cuyo componente principal es el betún. Cada año, se producen más de 11.000 millones de toneladas de este producto en Europa, de las cuales el 90% se emplean en la construcción de carreteras. Se trata de un material de alta resistencia a la carga, que garantiza la adherencia y la impermeabilidad. Sin embargo, no es renovable, por lo que se investigan posibles alternativas con las mismas cualidades, con el fin de reducir su uso.
Las opciones son muchas. Por ejemplo, se está estudiando un tipo de microalga que, tras pasar por un proceso químico, presenta una textura muy similar y, además, repele el agua. Esta sería una solución, por ejemplo, para construir bioasfaltos. Otra alternativa en la que están centrados varios grupos de investigación es la lignina, un polímero que se encuentra en la corteza de los árboles y que impide la entrada de agua en el cuerpo de la célula. Si este material se añade al asfalto, no solo permitiría reducir la cantidad de betún, sino que aumentaría la resistencia del firme. El grafeno, por su parte, es una opción que aparece con fuerza, pues es mucho más fuerte que el acero y más ligero que el aluminio, por lo que aumentaría la resistencia de las carreteras y prolongaría su vida útil. Se investigan, también, pavimentos ecológicos que contribuyan a reducir la contaminación absorbiendo gases procedentes de la combustión, óxidos de nitrógeno y otros contaminantes.
Otra solución para resolver este problema pasa por el reciclado. Un ejemplo es el plástico, que puede llegar a mejorar la eficiencia del asfalto. Hay estudios que han descubierto que ciertos plásticos procedentes de envases, tapones o perchas son ideales para las mezclas asfálticas, llegando, incluso, a superar en resistencia al betún. El polvo neumático, por su parte, también irrumpe como una opción cuyo desarrollo está muy avanzado. En diferentes experiencias por todo el mundo se ha demostrado que el caucho mejora la flexibilidad del firme, reduce la aparición de grietas y, como añadido, disminuye el ruido de rozadura. En ambos casos, se trata de una solución óptima, ya que, además, es completamente necesario reciclar estos productos para evitar graves daños medioambientales.
Carreteras inteligentes
La tecnología tiene mucho que decir a la hora de diseñar carreteras más inteligentes y, a la vez, eficientes y sostenibles con el medio ambiente. Ya no hablamos de meras infraestructuras físicas que se limita a unir dos puntos, sino de autopistas de la información, capaces de comunicar datos y mensajes a conductores y vehículos. Cruces y farolas dotadas de inteligencia, señales de tráfico inalámbricas que proporcionan información a los conductores, pinturas fotosensibles que iluminan la vía durante la noche… La movilidad se dirige, en definitiva, hacia una mayor automatización y un aumento de la conectividad.
Todo ello, además, contribuirá a que las carreteras sean más seguras. Ya existen vías que cuentan con dispositivos que, de forma automática, detectan un accidente para que la asistencia, en caso de emergencia, sea más rápida o avisan sobre riesgos, accidentes, zonas de congestión de tráfico… Incluso, hay carreteras en las que suena música para advertir a los conductores de un posible peligro o de que, por ejemplo, circulan más rápido de lo que deberían. Y es que, aunque todas estas soluciones parecen cosa del futuro, muchas de ellas ya se han convertido en una realidad.
Una cuestión de energía
Las carreteras sostenibles deben proveer a los vehículos de energías limpias. Especialmente, de electricidad, ya que las previsiones apuntan a que esta será la que mueva el parque en las próximas décadas. Y pueden hacerlo de dos formas: instalando espacios en los que los vehículos puedan recargar sus baterías o pilas, como electrolineras o hidrogeneras; o generando ellas mismas su propia energía. Para que esto último pueda ocurrir se estudian diferentes opciones, entre las que está la instalación de paneles solares integrados en el firme. Otra posibilidad que se está investigando pasa por emplear turbinas que aprovechen el aire provocado por el propio movimiento de los vehículos para generar electricidad.
Una solución que comienza a hacerse realidad en experiencias piloto es la carga inductiva, una tecnología que permite que los vehículos se carguen de forma totalmente inalámbrica. Es posible gracias a dos turbinas, una de ellas bajo el asfalto y otra en el interior del coche, que cuando se sitúan a una determinada distancia entran en contacto e inician la carga. Esto podrá ocurrir mientras los vehículos están parados (recarga estática) o, incluso, en movimiento (recarga dinámica), pues ya existen tramos de carretera que pueden cargar los coches eléctricos que circulan por ella. Otro proyecto en desarrollo, en esta línea, pretende dar vida a una unidad de almacenamiento que permita acumular el excedente de energía producido mediando renovables en las carreteras.
Respeto por el entorno
Estas vías pueden ser responsables de interferir en el medio ambiente, liberar contaminación química y sonora, potenciar la deforestación o aumentar la mortalidad entre los animales que viven a su alrededor, entre otros. Por eso, una carretera sostenible debe poner freno a todos estos problemas que pueden aparecer.
De entre todos ellos, uno de los más evidentes es el de los atropellos. En esta línea, son muchas las iniciativas que pueden ponerse en marcha: pasos y puentes para la fauna, islas que sirvan como refugio, puertas abatibles, trampillas, rampas de escape, cercados naturales… Todo ello con el objetivo de proteger la biodiversidad y, a la vez, eliminar el efecto barrera y permitir el paso de la fauna. La reforestación del entorno de las vías es otra de las medidas que pueden adoptarse en esta línea y, en términos de contaminación sonora y lumínica, aparecen soluciones como la instalación de barreras acústicas sonorreductoras y farolas que regulan la intensidad de la luz, dependiendo de si hay o no tráfico en la carretera.
La seguridad, lo primero
Invertir en infraestructuras es clave para mejorar la seguridad de las vías y reducir las víctimas en carretera. Así concluye el informe ‘Seguridad en carreteras convencionales: un reto prioritario de cara a 2020’, presentado por la Asociación Española de la Carretera (AEC) y la Asociación de Empresas Constructoras y Concesionarias de Infraestructuras (SEOPAN), que explica que una inversión de 730 millones de euros, repartidos en 1.121 kilómetros de carreteras convencionales, lograría evitar 69 fallecidos y 212 heridos cada tres años.
Los expertos insisten en la importancia de invertir en construir, mantener, revisar y mejorar la eficacia de carreteras, autovías y autopistas; y en hacerlo de manera inteligente, con el fin de conseguir unas vías, también, más sostenibles e inteligentes. Las carreteras, en definitiva, con la que todos queremos contar en el futuro.El transporte que salvará el futuro es eléctrico