Un experto británico en defensa asegura que las explosiones en el gasoducto han sido producidas por un vehículo submarino no tripulado ruso.
Durante la madrugada del pasado martes 27 se detectaron tres grandes fugas en los gigantescos gasoductos Nord Stream 1 y 2 en aguas internacionales del mar Báltico, cerca de la isla de Bornholm. Las fugas son «muy peligrosas para el tráfico marítimo y aéreo» según las autoridades de Dinamarca y Suecia, los países más cercanos al lugar, que detectaron dos grandes explosiones, reflejadas en los sismógrafos como un seísmo de 2,3 en la escala de Richter, y una mancha burbujeante de gas de más de un kilómetro en la superficie del mar.
Tras la drástica reducción de la exportación de gas ruso a Europa de las últimas semanas anunciada por Vladímir Putin, las sospechas de sabotaje se centran ahora sobre Rusia, acuciada por la contraofensiva ucraniana y las reticencias en su propio país a la movilización parcial decretada la semana pasada.
El propio Kremlin no descarta la hipótesis del sabotaje, y ya ha iniciado una investigación preliminar para dirimir un caso penal por terrorismo internacional. La Fiscalía rusa denuncia en un comunicado que «se cometieron acciones intencionadas encaminadas a dañar los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2. Como resultado de dichas acciones, la Federación Rusa ha sufrido un considerable perjuicio económico».
En cambio, según fuentes británicas expertas en defensa consultadas por el diario The Times, el ataque «probablemente fue premeditado y planificado» por Rusia y lo que se utilizó para llevarlo a cabo fue un vehículo submarino no tripulado (UUV, por sus siglas en inglés) con capacidad explosiva lanzado al mar semanas o meses antes de las detonaciones.
Una tubería reforzada
De momento, las investigaciones tanto de cada uno de los países afectados como de la Unión Europea están abiertas, ya que podría pasar una semana o más antes de que los escapes de gas disminuyan lo suficiente como para permitir que equipos de especialistas puedan estudiar con seguridad el origen de las fugas.
Un accidente de ese calibre es muy improbable y diversos analistas apuntan a la necesidad de utilizar un explosivo de gran tamaño, equivalente a más de 100 kilos de dinamita, para perforar o destruir los gasoductos. Los tubos están construidos con acero de alta resistencia de entre 27 y 41 mm de grosor y protegidos por un revestimiento de hormigón de entre 60 y 110 mm.
Además, los oleoductos del Nord Stream se encuentran a profundidades de entre 80 y 110 metros, según la zona. Los submarinistas militares no tienen capacidad para operar a esas profundidades, por lo que habrían sido necesarios vehículos sumergibles para colocar explosivos en la tubería o dañarla de otro modo.
Según sostiene la fuente anónima mencionada por The Times, el causante de la explosión más probable es un vehículo submarino autónomo ruso, capaz de utilizar cargas o proyectiles en distintos puntos de la infraestructura encargada de transportar el gas a Europa.
El UUV podría haber sido lanzado desde una pequeña embarcación hace meses y ‘activado’ en el momento apropiado a través de una fuente de ruido de cierta frecuencia para provocar las explosiones que han causado las fugas.
Drones submarinos rusos
Existen drones submarinos capaces de acercarse a un objetivo, obtener una solución de disparo y emplear un torpedo ligero, o bien acoplarse como una mina lapa a un punto concreto y explotar. Hasta la fecha, Rusia se ha especializado en varios modelos de UUVs espía, que pueden haber sido utilizados como los drones kamikazes vistos en el campo de batalla de Ucrania.
Entre ellos destaca los que puede desplegar el submarino Belgorod, el más largo del mundo, que puede desplegar drones de espionaje y ataque para liderar lo que en Rusia llaman «guerra de fondo marino». El Klavesin, del que ya se ha desarrollado una segunda generación, se encargaría de detectar movimientos de buques en zonas estratégicas, pero también es capaz de intervenir las telecomunicaciones en los cables de fibra óptica oceánicos.
El dispositivo más peligroso sería el conocido inicialmente como Status-6 y luego rebautizado como Poseidón, uno de los sistemas armamentísticos más importantes y secretos de Rusia. Es un dron submarino con autonomía ilimitada gracias a un sistema de propulsión nuclear, que se convierte en torpedo en el momento necesario.
Según algunas estimaciones, el Poseidón tiene una longitud de unos 20 metros por 2 de diámetro y se sitúa como el torpedo con mayor longitud jamás creado. Aproximadamente el doble de largo que un misil balístico lanzado desde un submarino y 30 veces mayor que un torpedo pesado de tamaño regular.
Torpedo-dron Poseidón
Es totalmente independiente de los sistemas de posicionamiento o de la cobertura satelital y, según reportes no oficiales, puede alcanzar una velocidad máxima de 100 kilómetros por hora —otros aseguran que llega a los 185 km/h— con una inmersión de hasta 1.000 metros. A esa profundidad, es un vehículo prácticamente indetectable para cualquier defensa marítima.
Fuentes oficiales rusas también lo han descrito como una plataforma multipropósito capaz de atacar a conjuntos de barcos, aunque su uso contra objetivos en movimiento no está probado. Lo que sí parece claro es que Rusia podría desplegar este tipo de drones fuera de submarinos o barcos, emplazándolos en el lecho marino a la espera de recibir órdenes para atacar, algo que podrían haber aprovechado desde el Kremlin para dinamitar los gasoductos.
Sin embargo, se cree que el Belgorod opera actualmente en el Mar Blanco, entre otras cosas porque la vigilancia de la OTAN en el Mar Báltico es muy exhaustiva. Casualidad o no, la Autoridad de Seguridad Petrolífera de Noruega advirtió el pasado lunes a las empresas petroleras que estuvieran alerta tras informar de que se habían visto drones no identificados volando cerca de las plataformas noruegas de petróleo y gas en alta mar.
Otro vehículo sospechoso
En las últimas semanas otro vehículo no tripulado, en este caso de superficie, ha despertado numerosas sospechas, que en este caso recaerían en la OTAN y Ucrania. Y es que las autoridades rusas de la península ocupada de Crimea afirmaron haber destruido una de estas embarcaciones cerca de la ciudad de Sebastopol, muy cerca de donde se encuentra el cuartel general de la Flota del Mar Negro de la Armada rusa.
Las imágenes aparecidas en redes sociales de uno de estos vehículos en una playa apuntan a que puede tratarse de un dron suicida cargado de explosivos. Es un diseño pequeño y de poco calado, con un único sistema de propulsión por chorro de agua. En las fotos se aprecia lo que parece ser un sistema de sensores multicámara montado en la parte superior del casco, además de un objeto similar a las antenas de Internet por satélite de Starlink.
Por su equipamiento, el dron parece configurado para misiones de vigilancia y reconocimiento, como los que está utilizando Ucrania para monitorizar la presencia de la flota rusa al sur del país, pero también son vehículos capaces de chocar contra un buque o una zona costera para provocar una explosión si están debidamente equipados.
A todo esto se añade lo que recoge el periódico alemán Der Spiegel, que en las últimas horas aseguró que la CIA había avisado al gobierno de Alemania de la posibilidad de un ataque ruso a los gasoductos este mismo verano.
Eso se suma a las advertencias de los mandos militares británicos, que llevan años alertando de que Rusia podría intentar destruir algunos de los cables subacuáticos que son elementos clave de la internconexión mundial de Internet, con España en una posición privilegiada.
Según datos de Google, el 98% de todo el tráfico internacional de Internet circula actualmente a través de cables submarinos, por lo que cualquier ataque contra esta infraestructura implicaría graves daños para la red.
Sea como sea y con independencia de quien esté detrás del ataque, las consecuencias de las fugas en los gasoductos Nord Stream pueden ser devastadoras. De momento han quedado inutilizados, pero el gobierno alemán teme que hayan quedado inutilizados para siempre debido a la corrosión provocada en los tubos por el agua salada, lo que implicaría graves alteraciones en el mercado energético europeo, como el alza en los precios que ahora mismo supera el 15%.