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Cuando el 6 de agosto de 1945 estalló la bomba atómica de Hiroshima, el historiador estadounidense Bernard Brodie afirmó «todo lo que he escrito ha quedado obsoleto». Con esta afirmación el conocido como «Clausewitz americano» iniciaba una línea de pensamiento estratégico que iba a cambiar la estrategia tal y como se entendía hasta ese momento.
Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, la estrategia era un campo dominado mayoritariamente por los militares. Los líderes de los Ejércitos sabían cómo ganar guerras:
ellos tenían la experiencia y la formación.
Sin embargo Brodie argumentaba que este paradigma ya no era válido. Acusaba a los militares de carecer de la formación intelectual adecuada para hacer frente a los nuevos desafíos. Ya no valía exclusivamente leer la historia militar o a los estrategas clásicos como Napoleón, Clausewitz o Jomini y aplicar sus principios a la guerra actual. Todo había cambiado. Con la bomba atómica,
el mundo se iba a enfrentar a «guerras totales» que amenazaban la supervivencia de la nación, a guerras de las que nadie tenía experiencia y que, por lo tanto, requerían una aproximación estratégica totalmente diferente.
Él defendía que los problemas estratégicos dependían del intelecto y del análisis más que de la intuición. Se debería aplicar un «método» a la estrategia para tratarla más científicamente. En cierta forma decantaba el paradigma clausetwiano de si la guerra es «un Arte y una Ciencia»
hacia la Ciencia. Y ponía como ejemplo lo mucho que había evolucionado la teoría económica reemplazando la intuición y lo abstracto por el «método científico».
Argumentaba que durante la Guerra se había comprobado que la aplicación de procedimientos analíticos (lo que llamaríamos hoy la investigación militar operativa) había funcionado.
Ejemplo de ello era el diseño de las rutas navales para evitar los ataques de los submarinos, la elección de los blancos aéreos más convenientes o el uso del radar en la defensa aérea del
Reino Unido.
Brodie consideraba que la guerra ya no era solo la continuación de la política por otros medios y que la misión principal de los ejércitos tampoco sería ya ganar la guerra, sino que su esfuerzo principal tenía que ser cómo evitar una guerra nuclear. Igualmente, la gestión de los riesgos de embarcarse en una guerra debía cambiar, pues éstos alcanzaban el nivel de «existenciales» para la nación. En este sentido, insistía en que «las decisiones estratégicas más importantes ya no se
tomarán en el fragor de la batalla sino en tiempo de paz en despachos relativamente tranquilos».
Hay que tener en cuenta que la bomba atómica supuso un mayor cambio en el pensamiento estratégico estadounidense que en el resto de las naciones: por primera vez en su historia Estados Unidos veía que la guerra podría tener lugar en su propio territorio y no a miles de kilómetros como había sido hasta ahora.
La conclusión era que la estrategia nuclear debería basarse precisamente en la disuasión nuclear. Por ello, Brodie es considerado uno de los padres del concepto de disuasión que, si bien este concepto ha existido a lo largo de la historia, es precisamente él quien lo sitúa en el centro de la estrategia nuclear al afirmar que, si la disuasión no es efectiva, se llegará a una guerra que puede suponer el fin de la nación. Es decir, el eje central de su estrategia era convencer a potenciales enemigos de que una guerra nuclear supondría pagar un precio demasiado alto como para empezarla.
La pregunta inmediata al razonamiento anterior es ¿cómo trazar las líneas maestras de la disuasión nuclear? Brodie argumentaba que se necesitaba un nuevo enfoque tanto en el concepto de disuasión como en el adiestramiento de los ejércitos, dado que habrían de enfrentarse a una amenaza totalmente nueva.
Como la experiencia de los líderes militares no bastaba, éstos debían dar paso a civiles que, por su formación académica, sus aportes científicos o de gestión y en particular sus métodos analíticos podrían diseñar una estrategia más realista y permitir algo novedoso: la simulación «científica». La simulación en sí no era algo nuevo, pero Brodie consideraba que, sin la aplicación de las matemáticas siempre se acababa modelando el proceso para llegar al resultado esperado. Ponía como ejemplo que una hipótesis siempre utilizada era que el enemigo era inteligente, pero cuando se ponía en marcha la simulación dejaba de serlo y tomaba decisiones que acababan adaptándose al resultado esperado. Puesto que en el fondo se trataba de predecir conductas, Brodie pensaba que la aplicación de las ciencias sociales y técnicas permitiría un mayor realismo. La simulación científica evitaría el sesgo cognitivo, evitaría la subjetividad y la intuición.
El pensamiento de Brodie cuajó rápidamente en la clase política e intelectual estadounidense y una de sus consecuencias fue la creación en 1948 de la Corporación Research and Development (Investigación y Desarrollo) (RAND). La RAND reclutó matemáticos, estadísticos, ingenieros,
etc. que sumado a las nuevas capacidades que proporcionaban los ordenadores de aquellos años supuso una revolución. Ya no se trataba de complementar el pensamiento estratégico tradicional, sino de reemplazarlo por modelos científicos, basando las decisiones, por ejemplo, en fundamentos estadísticos.
Era evidentemente que ni los militares ni los civiles tenían experiencia en conflictos nucleares. Todo era suposiciones y pensamiento abstracto, lo que daba oportunidad a los científicos de la RAND a responder los problemas estratégicos de una forma científica.
La influencia de la RAND Corporation en el pensamiento estratégico estadounidense ha sido muy reseñable. Desde su inicio influyó en la toma de decisiones gubernamentales, fue un actor relevante en el diseño de la estrategia de la Destrucción Mutua Asegurada y su influencia se ha mantenido en mayor o menor medida hasta la actualidad.
Bernard Brodie, el Clausewitz americano, murió en 1978 habiendo sido el iniciador de un cambio en la forma de «pensar estratégicamente» con ocasión del inicio de la era nuclear. Las ciencias sociales se convirtieron en la herramienta principal para resolver los problemas estratégicos y, aunque la caída del Muro de Berlín supuso el fin de la estrategia nuclear tal y como se entendía hasta ese momento, el legado de Brodie ha continuado hasta nuestros días.