Aceptando la entrada de Finlandia, la Alianza no calma las aguas con Moscú, pero sí se hace con un abanico de activos clave.
El pasado 27 de marzo, el Parlamento húngaro ratificó la solicitud de entrada de Finlandia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Días atrás, el 15 de marzo, los presidentes de Turquía y Finlandia habían mantenido una reunión que dio sus frutos en el sí de Recep Tayyip Erdoğan a la solicitud finlandesa. Hungría y Turquía eran los dos obstáculos a salvar por Finlandia en su camino de entrada a la Alianza. Hungría, por ser la nota discordante con un gobierno con las mayores simpatías por la Rusia de Vladímir Putin dentro de la Unión Europea, y Turquía, por jugar con la necesidad de una decisión unánime de los miembros para regatear concesiones.
La solicitud presentada por Finlandia el 22 de julio de 2022 para entrar en la OTAN rompía una histórica postura de neutralidad que era herencia de la vieja Guerra Fría. Aceptando la entrada de Finlandia, la Alianza no calma las aguas con Moscú, pero sí se hace con un abanico de activos claves, desde a una mano nueva en el frente del Ártico y un tapón casi absoluto del mar Báltico.
Finlandia ha vivido un proceso parecido al que Rusia aspiraba imponer a Ucrania con su invasión del 24 de febrero de 2022. Y ha sido precisamente esa historia pasada de invasiones y tensiones con Rusia la que la hace un activo tan interesante para la OTAN.
Un breve repaso de los antecedentes: Moscú vivió dos caídas de su imperio en el siglo XX, la primera coincidiendo con la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. En nombre del internacionalismo proletario, la Unión Soviética lanzó entre 1918 y 1940 una sucesión de invasiones a territorios vecinos, un movimiento que no es difícil interpretar como un intento de recuperar las fronteras del imperio ruso. En 1939 le llegó el turno a Finlandia. En la llamada Guerra de Invierno (de noviembre de 1939 a 3 de marzo de 1940), los finlandeses lucharon en abrumadoras condiciones de inferioridad humana y material, pero fueron capaces de causar grandes pérdidas al ejército soviético. Los finlandeses se mostraron muchísimo mejor preparados para combatir en los paisajes nevados de su país en un invierno especialmente duro. Se atribuye el pésimo desempeño soviético a una de las razones que animaría a la Alemania de Adolf Hitler a invadir la Unión Soviética, considerando que sería un desafío militar sencillo.
Al final, las enormes diferencias cuantitativas de combatientes y materiales se hicieron valer. Finlandia, al borde del agotamiento, tuvo que firmar una paz dolorosa que al menos salvó la existencia del país. El país nórdico perdió territorios en el istmo de Carelia, en la Laponia y su única salida al mar de Barents. Las pérdidas incluyeron la actual Víborg, la segunda mayor ciudad de Finlandia entonces. Coincidiendo con la invasión de la Alemania nazi a la Unión Soviética, Finlandia entró en guerra para recuperar los territorios perdidos. Pero se retiraría de la contienda en 1944, sin haber logrado ninguno de los objetivos. Después de la guerra, Finlandia adoptaría una postura de neutralidad tutelada por la Unión Soviética. Por ejemplo, su fuerza aérea no podría contar con más de 60 aviones de combate. Su ejército contaría con abundante material soviético. La neutralidad impuesta por la fuerza se conocería como Finlandización.
Una de las consecuencias de la experiencia histórica de las guerras con la Unión Soviética y la neutralidad impuesta es que en Finlandia mantiene el servicio militar, una reserva movilizable y tiene una sociedad civil preparada para participar en la defensa del país. Los bloques de viviendas y edificios públicos a partir de cierto tamaño tienen la obligación de contar con refugios antiaéreos. La red de metro de Helsinki está preparada para acoger a la población de su área metropolitana. Sin duda, la entrada de Finlandia en la OTAN convertirá al país en un referente en esta materia dentro de la organización. La experiencia de los ataques de Rusia contra objetivos civiles en Ucrania con el propósito de imponer condiciones de vida lamentables a la población, revalorizará la experiencia finlandesa en materia de defensa civil y colocará esa dimensión de la guerra en la agenda.
La experiencia finlandesa en su resistencia frente al invasor soviético convirtió en protagonista a la infantería ligera que avanzan a través de bosques y sobre la nieve contra los flancos y la retaguardia de los convoyes logísticos enemigos. No se ha hecho esperar la entrada oficial de Finlandia en la OTAN para que veamos maniobras conjuntas en la Laponia invernal, donde se han invitado a ejércitos de la OTAN. Veremos en un futuro más ejercicios multinacionales al norte del Círculo Polar Ártico que abarquen Noruega, Suecia y Finlandia, una vez que los dos últimos entre en la OTAN.
Un «lago de la OTAN»
De momento, han surgido ya varias iniciativas que integran las fuerzas armadas de Finlandia con las de los países vecinos, ahora socios de alianza. Así, en agosto de 2022 se anunció que Finlandia y Estonia habían firmado un acuerdo para integrar sus fuerzas de defensa costera y «cerrar el golfo de Finlandia a buques enemigos». Esto es, taponar la salida de los buques rusos con base en San Petersburgo.
Con la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN, el mar Báltico pasará a ser un «lago de la OTAN». No habrá costa en el mar Báltico, más allá de la costa rusa en la orilla oriental y el enclave ruso de Kaliningrado, que no sea parte de un país miembro de la OTAN.
El último acuerdo, anunciado el 24 de febrero de 2023, establece que Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia establecerán una red de defensa aérea coordinada. El objetivo es ser capaz de operar como una sola fuerza aérea dentro del marco OTAN. En la práctica, veremos programas de formación y ejercicios militares conjuntos, pero también planes, redes de mando y control y una vigilancia del espacio aéreo conjuntos. Con esto, los cuatro países compensarán la desigualdad de recursos en términos cuantitativos frente a Rusia. Un país, que no hay que olvidar, en el pasado paseaba sus submarinos por el litoral sueco o hacía ejecutar prácticas de ataques contra Estocolmo.
El propósito de la invasión rusa de Ucrania del 24 de febrero de 2022 era tomar el poder del país vecino de forma fulminante para colocar un gobierno títere o imponer al gobierno existente condiciones leoninas. Putin esperaba convertir a Ucrania en un país neutral con un ejército débil y que actuara de colchón entre la OTAN y Rusia, un papel para Kiev en la nueva Europa de Putin que no iba a ser muy diferente a la de Finlandia en la vieja Guerra Fría. Un país con un ejército limitado y una neutralidad tutelada desde Moscú. Rusia aspiraba a finlandizar Ucrania. El resultado imprevisto de la guerra es un desastre geoestratégico para Rusia.
Si el presidente Emmanuel Macron había certificado la «muerte cerebral» de la OTAN, ahora tenemos una organización galvanizada que ha recuperado su propósito y una Ucrania que mira definitivamente a Occidente a las puertas de la OTAN y de la Unión Europea. Si el propósito de la invasión rusa era alejar las fronteras de la OTAN de Rusia, con Bielorrusia y Ucrania ejerciendo de muralla defensiva, ahora la Rusia de Putin se va a encontrar con una nueva frontera de 1.340 kilómetros compartida con la OTAN. Una frontera que se extiende de sur a norte, cruzando el Círculo Polar Ártico. La entrada de Suecia y Finlandia convertirá la región ártica en un nuevo terreno de disputa geopolítica. Esto expande los flancos de la OTAN y supone un desafío para España, que tendrá que dedicar más esfuerzos a que la atención de la alianza no se aleja del mar Mediterráneo y de lo que sucede más allá de su ribera sur.
El balance negativo para Rusia y los aportes de Finlandia a la OTAN no debe hacer olvidar que pese a toda esa tutela de Moscú, tras el fin de la vieja Guerra Fría, Finlandia se había sacudido de las imposiciones soviéticas. Sus fuerzas armadas se modernizaron con material occidental. De hecho, Finlandia fue uno de los primeros países en ofrecer carros de combate Leopard 2 a Ucrania.
Y era, desde enero de 1995, miembro de la Unión Europea, una organización multinacional que sobre el papel ofrece garantías a sus países miembros en materia de seguridad y defensa. Sin embargo, para Finlandia esas garantías no han sido suficientes. Y si la invasión rusa de Ucrania en 2014 había llevado a los países ribereños del mar Báltico a modernizar y expandir sus fuerzas armadas, la segunda invasión rusa de Ucrania ha supuesto el fin de la neutralidad finlandesa. Ser miembro de la Unión Europea no ha sido suficiente.
La conclusión es que a la Unión Europea le faltan capacidades militares y credibilidad a la hora de ser tomada en serio como un actor militar. Los lamentos de que una nueva crisis en Europa ha hecho recuperar el protagonismo de Estados Unidos en el continente tiene que llevar a una seria reflexión de por qué cuando las cosas se ponen feas en el continente, sea en los Balcanes en los 90 o en Ucrania ahora mismo, la respuesta de unos y otros es acudir al «amigo americano» y a su paraguas defensivo.