Un enfoque simple para unir esfuerzos
Introducción
Las amenazas derivadas del cambio climático están afectando cada vez más al planeta, como se pudo ver en los recientes incendios producidos en la selva del Amazonas, que pusieron en peligro una gran área de ecosistemas silvestres del planeta ya acarrearon tensiones a nivel político en la búsqueda de mecanismos de solución. La respuesta de las Fuerzas Armadas de la región fue fundamental para la mitigación de los daños y dio una muestra de lo conveniente que resulta la cooperación e integración de los recursos de los países. Como ejemplo, los satélites de observación de diferentes países recogieron permanentemente información sobre el estado del siniestro, mientras que aeronaves especializadas realizaron labores de apagado de fuego. Sin
embargo, la respuesta a desastres involucra también a otras organizaciones públicas y privadas, e incluso se extiende hacia organizaciones no gubernamentales (ONG), por lo que las telecomunicaciones entre estos actores juegan un papel fundamental para el éxito de la misión. El presente artículo muestra los riesgos proyectados para América Latina a medio y largo plazo, las peculiaridades de las comunicaciones para responder a desastres así como un enfoque orientado a facilitar la estandarización e integración bajo un criterio en que prima la simplicidad sobre la sofisticación.
A pesar del desempeño económico de América Latina y el Caribe, el Banco Interamericano de Desarrollo reporta que los países de la región enfrentan potencialmente devastadores costos económicos y sociales de los desastres naturales y resalta la necesidad de hacer más para reducir los riesgos y efectuar preparativos ante eventuales catástrofes. Los terremotos, inundaciones y tormentas causaron pérdidas económicas de US$34 billones entre 2000 y 2009 en la región. Solo en 2010, las pérdidas totales de desastres excedieron los US$49 billones, incluyendo US$7,8 billones debido al terremoto en Haití y US$30 billones del terremoto en Chile.1 Como datos más recientes se tiene que de acuerdo al Índice de Riesgo Climático Global publicado por Germanwatch, de los diez países más afectados en el mundo durante 2017, tres
(Puerto Rico, Dominica y Perú) se ubicaron en América Latina, mientras que para el periodo 1998-2017, a la región correspondieron el 50% de los diez más afectados en el globo (Puerto Rico, Honduras, Haití, Nicaragua y Dominica).2
El impacto esperado de amenazas derivadas del cambio climático en la región pueden apreciarse en la figura 1, donde prácticamente ninguna región está a salvo, y también se logra ver que existen áreas de potencial cooperación ante problemas comunes que deben marcar la agenda de los gobiernos para los próximos años.
Aunque es responsabilidad de los gobiernos proteger y asistir a quienes viven en un país cuando ocurre un desastre, a menudo las agencias del Estado son afectadas por el evento y carecen de la capacidad para responder adecuadamente. Esto puede llevar a que en ocasiones los actores internacionales sustituyan a los gobiernos y esto tiene paradójicamente el efecto de debilitar la capacidad nacional al disimular los recursos propios necesarios para la respuesta. El sistema humanitario desarrollado en las últimas décadas está compuesto por una multitud de actores como agencias de la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Cruz Roja, ONGs, fuerzas militares y actores no tradicionales. Esta proliferación de participantes ha creado enormes problemas de coordinación. Un sistema que puede ser efectivo con 20 o 30 participantes se extiende en exceso cuando ingresan muchas decenas de organizaciones. Es particularmente difícil coordinar los esfuerzos de gobiernos nacionales, organizaciones humanitarias internacionales y grupos locales de sociedad civil. 4