Antes de tratar detalladamente cada uno de los temas que estimo prioritarios para afrontar con posibilidades de éxito los graves problemas de inseguridad que enfrenta nuestra sociedad, considero necesario dejar sentada mi posición en torno a algunas cuestiones básicas:
1. No existe una definición única de seguridad
Existen múltiples definiciones dependiendo de la ideología, orientación política, entorno y problemática específica de quienes se ocupan del tema. Entendamos la seguridad como “Una situación en la que las personas tienen aseguradas sus vidas, sus propiedades, y el libre ejercicio de sus derechos; conviven pacíficamente; se ha erradicado la violencia; está garantizado el libre uso de las vías y espacios públicos y se previene la comisión de delitos y faltas. Los esfuerzos por alcanzar esta situación ideal los realiza el Estado con la colaboración de la ciudadanía”.
2. La seguridad es un servicio público que debe ser prestado por el Estado
Aunque parezca una verdad de perogrullo es un concepto implícito en la definición que muchas veces olvidamos los ciudadanos y, lo que es peor, también lo olvidan las autoridades responsables de brindar dicho servicio. Hoy en día, al margen de las diferencias ideológicas que podamos tener, es comúnmente aceptado que los servicios de salud, educación, justicia y seguridad son los mínimos que podemos exigirle al Estado. Resulta curioso que diversas instancias no sólo desconozcan sino hasta nieguen esta obligación y los ciudadanos no exijamos su cumplimiento. Hemos
llegado al extremo de asistir a una suerte de “privatización” de la seguridad –con toda la carga de inequidad que conlleva- en la que los que tienen recursos económicos están mejor protegidos que los que no los tienen que quedan a expensas de la delincuencia.
Una primera conclusión es que debemos ser más firmes en exigir –no en agradecer- que el Estado cumpla con sus obligaciones ya que para ello elegimos a nuestros gobernantes y pagamos nuestros impuestos.
3. El problema de la inseguridad tiene múltiples causas y por lo tanto su solución requiere acciones multidisciplinarias.
No existen personas o instituciones salvadoras o predestinadas para solucionar nuestros problemas de seguridad ellos solos. Quien nos diga lo contrario trata de engañarnos.
Que “la seguridad es tarea de todos” no sólo es un eslogan. Está comprobado que el fenómeno de la delincuencia tiene muchas y variadas causas y por lo tanto se necesita que diversas entidades del ejecutivo (salud, educación, justicia, economía, policía, penales, gobiernos regionales y locales, etc.); del congreso (leyes y comisiones especiales); del sistema de justicia (poder judicial, fiscalía); de la comunidad (juntas vecinales, participación comunitaria); de la sociedad civil (ONGs, empresas) y profesionales aporten esfuerzos e ideas.
4. Los esfuerzos aislados que se hagan por solucionar los problemas de seguridad no dan resultados
Por falta de conocimiento, sensibilidad o afán de protagonismo de los responsables, no se coordinan las acciones para contrarrestar la inseguridad, se duplican esfuerzos y se desperdician recursos escasos.
A pesar que la ley crea instancias en las que se deben reunir y coordinar todas las instituciones relacionadas con la seguridad, que nuestras sociedades tienen recursos limitados para dedicarlos a combatir la inseguridad y que las experiencias exitosas nos señalan que una de las características que permitieron el éxito fue la de trabajar conjuntamente; hasta hoy no se ha logrado este objetivo. No se trata sólo de crear formalmente una instancia de coordinación sino que además se deben diseñar y asignar tareas específicas y complementarias a las instituciones y entidades que participan, definir
claramente los roles que cumplirán y preparar a las personas para que ejerciten sus responsabilidades. Ninguna de estas acciones se desarrollan actualmente.
5. Nadie tiene una “varita mágica” que solucione los problemas de inseguridad. Son necesarias políticas claras, coherentes y sostenidas en el tiempo.
La respuesta fácil a problemas graves de inseguridad es la demagógica en la que apelamos a la desesperación de la población y escondemos la incapacidad del Estado bajo la propuesta de desarrollar una política de “mano dura” que, como lo han demostrado experiencias internacionales, no han dado resultado.
Resulta muy complicado, largo y costoso identificar y analizar las causas de nuestros problemas de inseguridad y atacarlas con estrategias coherentes y sostenidas.
Por tratarse de políticas de mediano y largo plazo, que no dan réditos políticos inmediatos los gobiernos de turno no las consideran prioritarias.
No podemos seguir limitándonos a reaccionar ante la coyuntura sin abordar los factores causales. De continuar las actuales tendencias vamos camino a convertirnos en una sociedad violenta y fallida.