Desde que existe el dinero, existe el fraude. Pero no fue hasta el siglo XXI cuando ha sido tan fácil para los estafadores participar en actividades ilícitas, cosechar las recompensas y eludir la persecución y el encarcelamiento por sus delitos.
En una encuesta realizada en 2020 a más de 5.000 personas en 99 territorios del mundo, PricewaterhouseCoopers (PwC) descubrió que el 47% había sufrido al menos una forma de fraude en los últimos 24 meses, con una media de seis por empresa. En general, se trata de fraudes a clientes, ciberdelitos, apropiación indebida de activos, sobornos y corrupción, que costaron 42.000 millones de dólares. Sin embargo, sólo el 56% de los encuestados dice que sus organizaciones investigaron estos incidentes; y poco más de un tercio de los encuestados dijo que informó del incidente a sus consejos de administración.
«El fraude cometido por los propios clientes encabeza no solo la lista de defraudadores externos (con un 26 por ciento) para el fraude más perjudicial, sino también la lista de todos los delitos experimentados (con un 35 por ciento y aumentando desde 2018)», dijo PwC en su Encuesta Global de Delitos Económicos y Fraude 2020. «No es sorprendente que el fraude cometido por clientea esté especialmente al alza en los sectores de servicios financieros y de mercado de consumo. Esto podría ser significativo, ya que cada vez más industrias cambian sus estrategias directas al consumidor.»
“No es de sorprender que el fraude a los clientes sea especialmente creciente en los sectores de los servicios financieros y del mercado de consumo.”
Sin embargo, las pérdidas derivadas por fraude pueden ser difíciles de calcular. Algunas de estas representan cifras financieras exactas, como los costes debidos a multas, sanciones, respuestas, remedios y pérdidas financieras directas. Pero otros no, como el daño a la marca, la moral de los empleados y la pérdida de oportunidades futuras.
«Algunos fraudes, como los de carácter externo, suelen provenir de entonrnos fuera de la empresa, son de naturaleza transaccional, se prestan a una supervisión activa y si se gestionan adecuadamente, pueden reducir el impacto financiero», explica PwC. «En el caso de otros fraudes, como el soborno y la corrupción, o los perpetrados internamente, se trata más bien de gestionar y mitigar el riesgo. Suelen ser más difíciles de predecir, controlar y dar lugar a multas más costosas, así mismo tienen repercusiones como la pérdida de negocio o el daño a la marca.»
En febrero de 2021, por ejemplo, Europol, la Policía Nacional española y el Servicio Secreto de Estados Unidos anunciaron el desmantelamiento de un grupo de delincuencia organizada implicado en una amplia trama de fraude y blanqueo de capitales en la que estaban implicadas 105 personas y 50 entidades financieras.
Bautizada como Operación Secreto, la operación transfronteriza detectó a los delincuentes que habían creado empresas ficticias en Estados Unidos y abierto cuentas bancarias para esas organizaciones a las que transferían dinero desde distintos lugares de la Unión Europea.
«Basándose en esta confianza, los bancos con sede en Estados Unidos emitieron tarjetas de débito y crédito para estas cuentas», según Europol. «Los comercios implicados en la estafa, la mayoría de los cuales se encontraban en España, utilizaban las tarjetas de pago para financiar los créditos disponibles en las mismas. Para blanquear los fondos robados, los transferían a diferentes cuentas bancarias, propiedad de miembros de la red delictiva situados en varios países de la UE. Más de 50 instituciones financieras estadounidenses fueron víctimas de estas actividades fraudulentas, perdiendo más de 12 millones de euros (14,4 millones de dólares)».
Cuando se trata de personas, los estafadores utilizan cada vez más la ingeniería social, la suplantación de identidad y otras tácticas para comprometer a las víctimas, especialmente durante la pandemia de COVID-19, cuando la gente era más vulnerable, según una Alerta Flash del FBI publicada en junio de 2020 y otras conclusiones de Europol.
«Las actividades tradicionales de la ciberdelincuencia, como el phishing y las estafas con medios informáticos, explotaron rápidamente la vulnerabilidad de la sociedad, ya que muchos ciudadanos y empresas buscaban información, respuestas y fuentes de ayuda durante este periodo», según la Evaluación de la amenaza de la delincuencia organizada en Internet de Europol, 2020.
Las personas que buscaban información sobre equipos de protección personal (EPI), recibían las últimas directrices sanitarias y las ordenanzas locales, de tal modo que corrían un alto riesgo de abrir correos electrónicos de phishing que podían poner en peligro sus credenciales y dar lugar a robos de identidad y de cuentas financieras, entre otras cosas.