Sin dejar pasar los cien días que se le dan a cualquier cargo público para hacer balance de su tarea ¿Qué es lo que se esperaba y que es lo que ha encontrado al llegar a la Academia?
La realidad es que como yo estuve destinado aquí durante tres años no hace mucho tiempo, no he advertido cambios muy significativos. Ha habido una lógica evolución, hemos perdido algo de personal, se va gente con mucha experiencia pero vienen otros y eso mantiene a la Academia de una forma dinámica. Con 250 años de antigüedad, en la Academia no hay lugar a muchas revoluciones, sino a la lógica evolución porque nuestro modo de trabajo es la innovación y la adaptación, y seguimos avanzando hacia el futuro.
Me he encontrado una institución internamente muy volcada en la excelencia, con el trabajo de todos los profesionales que la componen para mantener y mejorar el nivel alcanzado, muy abierta a la sociedad segoviana, con muchas actividades externas y de cooperación, y con unas excelentes relaciones institucionales, lo que hace que aborde este periodo de tres años al frente de la Academia con mucha ilusión.
Desde su punto de vista, ¿cuáles son las principales fortalezas de la Academia como institución de enseñanza y dentro de las Fuerzas Armadas?
Como institución de enseñanza, y creo que también dentro de las Fuerzas Armadas, su principal fortaleza es su peso histórico. Estamos muy orgullosos de nuestra historia y nuestra tradición que nos ha ido llevando en un nivel sostenido de excelencia durante 250 años, pero en el día a día no podemos vivir solo de la historia, y en este sentido su gran fortaleza está en sus cuadros de mando y de profesores que pelean a diario para estar en la vanguardia del conocimiento artillero para poder formar a nuestros futuros oficiales y suboficiales. Una de las cosas de las que estamos especialmente orgullosos es nuestro centro de simulación, que está a la vanguardia tecnológica y con una capacidad envidiable no sólo en España sino fuera de nuestras fronteras, y que además proporciona apoyo a todas nuestras unidades de artillería. Las Fuerzas Armadas son muy grandes y nosotros como artilleros estamos volcados en nuestra especialidad, pero este centro es uno de los valores que aporta y aportará en el futuro, en función de cómo avance su evolución y sus futuras certificaciones.
La Academia se ha revelado siempre como una institución capaz de adaptarse a los cambios y estructuras, pero ¿hacia dónde va el futuro?
El futuro de la Academia es de continuidad en busca de la excelencia. Nosotros vamos a seguir haciendo lo mismo que en los últimos dos siglos y medio, que es ser los mejores en la formación de nuestros oficiales y suboficiales para que ellos ofrezcan lo mejor en las unidades que los reclaman. No puede ser de otra forma, es nuestra misión fundamental y es a lo que dedicamos todo nuestro empeño, aunque lógicamente tenemos que adaptar a los retos de las unidades y misiones en un entorno cada vez más cambiante, lo que nos obliga a una constante revisión de nuestras metodologías y nuestros planes de estudios para que la formación sea la que las unidades demandan y la mejor para asumir un entorno tan cambiante y volátil como el que la sociedad vive.
Y ese futuro ¿seguirá vinculado a Segovia?
Siempre me preguntan esto y siempre digo que la tarea de una organización tan grande como la de las Fuerzas Armadas y la de su Estado Mayor es la de estudiar continuamente la forma de racionalizar y sacar el máximo partido a lo que tiene, y en este entorno económico y demográfico intentar sacar el máximo partido a lo que tenemos. La decisión tan traída y llevada de un hipotético traslado de la Academia tiene un peso que va más allá de un mero estudio operativo y que el Estado Mayor no es ajeno, como la vinculación de la Artillería con Segovia, y de los artilleros con esta ciudad, así como las instalaciones que tiene, el centro de simulación, el polígono de Baterías, y lo que es más importante el peso histórico que tiene como cuna del arma. Son detalles que no se pueden soslayar a la hora de tomar cualquier decisión.
En los últimos años, el centro de simulación se ha convertido en la joya de la corona de la Academia, a la espera de su tan ansiada homologación. ¿Será posible en este periodo de mandato?.
Las herramientas están ahí. El simulador culminó el pasado año una innovación que incluye los avances más punteros, la necesidad está ahí, porque además de usarlo para la formación, es referencia ‘de facto’ de todas nuestras unidades artilleras para la práctica de situaciones tácticas y técnicas que son mucho más costosas de realizar en el campo, sin que esto quiera decir que esta no sea necesaria. Y también existe otra posible necesidad en otras puestos como observadores de fuego u observadores tácticos avanzados que en este simulador se pueden instruir. Lo deseable es que se pueda certificar para que obtenga un reconocimiento oficial, porque la simulación ha avanzado mucho en los últimos años y todos los ejércitos han implementado sistemas muy similares.
En la memoria del arma con motivo de la fiesta de Santa Bárbara, se hacía hincapié en las carencias de personal en algunos puestos. Aunque siempre hacen gala de hacer más con menos, ¿esas carencias están en vías de solución?
El Ejército de Tierra tiene muchas necesidades, queremos hacer muchas cosas y tenemos estados mayores que estudian , planifican y controlan las actividades. Ello conlleva que hay que cubrir muchos puestos demandantes que exigen mucha cualificación y ahora la situación es que no hay para todos. Sin que sea grave ni afecte al cumplimiento de la misión, la carencia de personal es algo que se siente y que supone algunas dificultades, pero con el magnífico cuadro de profesores y de mandos que tenemos vamos capeando el temporal y creo que no lo hacemos tan mal. Lo deseable sería poder contar con esas plazas, pero la situación es la que es y depende de las carreras de los propios oficiales y suboficiales. Seguimos trabajando con lo que hay, dando cada uno el 200 por 100 de lo que tiene y ofreciendo un producto más que aceptable.
La reforma de los planes de estudio ha permitido una cualificación que habilita a los alumnos para la vida civil con unas titulaciones muy atractivas. ¿Eso supone un atractivo añadido a la oferta de la vida militar?
Creo que sí que lo es. En el caso de los oficiales es una salida más a la hora de evaluar las distintas opciones que las universidades ofrecen, pero la profesión militar está cargada con una gran dosis de vocación que se fomenta durante el tiempo de formación en las academias y al final salen oficiales con títulos importantes y con una carrera profesional vinculada al servicio a España. En el caso de los suboficiales, se marca más la promoción interna, y el valor añadido de tener un título de técnico superior le da más carácter y prestigio a su rango. He de decir que nosotros pensamos, y nuestros alumnos también lo piensan, que aunque esto sea una oferta pública de empleo y que sean funcionarios de la Administración, a nosotros nos mueve un sentimiento que va más allá del oficio que es el del servicio a España, y me atrevería decir que la mayor parte no piensan en ejercer sus titulaciones en el ámbito civil, sino trabajar en las Fuerzas Armadas.
La mujer en las Fuerzas Armadas lleva ya tres décadas, y la Academia se ha incorporado a su inserción y promoción. ¿Cómo se ha adaptado a esta incorporación?
Creo que hemos sido un ejemplo en la incorporación de la mujer al ámbito laboral, porque si bien es cierto que en cualquier grupo humano existen actitudes radicalmente denostables como el acoso o la violencia y que se pueden producir también en el Ejército, la igualdad con la que nosotros acometemos la formación en las academias y el desempeño de las misiones es de tal calibre que hace que no exista ningún tipo de diferenciación. En principio hubo que adaptar determinadas estructuras, pero ahora en el campo de maniobras todo el mundo va en las mismas condiciones. Es obvio que podría haber más mujeres en el Ejército, pero es una decisión voluntad de las mujeres que puedan incorporarse. Entre nuestros alumnos la integración es total y absoluta y estamos orgullosos en la formación, sin tener en cuenta su condición.