Sin querer entrar en disquisiciones sobre la procedencia, los culpables o la naturaleza de los agentes que facilitaron la propagación de la infección y su posterior conversión en pandemia tras la declaración como tal por la OMS, si me encuentro en disposición de afirmar que el COVID-19 ha cumplido con creces los cánones y objetivos de un arma biológica como parte de las armas de destrucción masiva (ADM); producir, incrementar y expandir un miedo desproporcionado y excepcional entre la población y los estados, para, en breve, traducirse en un tremendo caos e imparable descontrol en todos los aspectos, con repercusiones sanitarias, políticas, económicas, sociales y de relación.En este momento, cuando aún se está en plena batalla abierta para combatir la infección es todavía muy pronto para definir con claridad cuál será la situación final a nivel mundial tras la pandemia y para dibujar claramente las reales consecuencias sobre un amplio espectro de la sociedad y las relaciones mundiales tras el paso de la epidemia y sus consiguientes efectos tras la lucha; así como de si seremos capaces de volver a una situación de normalidad similar a la actual o, por el contrario, el mundo económico e industrial y sus relaciones sociales y culturales sufrirán grandes cambios o transformaciones importantes. Ciertamente, no es la primera pandemia que sufre el globo terráqueo; solo por mencionar algunas de las más importantes tenemos antecedentes en la antigua Grecia, en el imperio romano, la peste de la edad media, a principios del siglo pasado con la gripe malamente llamada española, el SIDA, la gripe aviar y el Ébola.
Realmente, para combatirla no hemos evolucionado gran cosa, todas ellas se sufrieron, pasaron y superaron de forma muy similar, evitando los contagios, encerrándose en las casas y despreciando el contacto con los que por venir de territorios o lugares potencialmente infectados, tenían alta probabilidad de ser portadores del mal en cada uno de aquellos momentos. Tampoco es esta pandemia, la que de momento y a falta de posibles rebrotes este otoño-invierno, la que más bajas ha producido; el SIDA, por ejemplo, es la causante de millones de muertos y tras su aparición, realmente nuestras costumbres solo cambiaron en algunos aspectos muy específicos y casi determinados al modo de llevar a efecto nuestras relaciones sexuales con según qué personas y/o con mayores precauciones profilácticas. Otras, han sido más el ruido que las nueces, e incluso existen otro tipo de endemias, propias de determinados territorios, que siguen allí de forma permanente y a pesar de ser muy contagiosas, y rara vez traspasan las fronteras donde se producen, contagian y encapsulan. Entonces ¿A qué viene tanto pánico y revuelo con el COVID-19? Las explicaciones a esta cuestión son algo complejas y la mayoría están derivadas de tres elementos fundamentes la globalización mundial y de los medios de propaganda, del hecho de no precisarse un contacto físico real entre dos personas para su contagio y de ciertas circunstancias acaecidas en función de la situación y capacidad política, económica, social y de relación, que tanto el mundo en general y los países en particular, arrastran desde hace unos años y que se agudizan más en estos días. En primer lugar, nos encontramos en un mundo huérfano de un verdadero liderazgo internacional; durante muchas décadas estábamos acostumbrados a que fueran EEUU los que tiraran del carro y pusieran sobre la mesa ciertas salidas o soluciones, fundamentalmente de tipo económico, o tomaban la responsabilidad a sus espaldas para facilitar a muchos países cómo salir del agujero en el que se hayaban metidos. Hoy en día, a pesar de que EEUU sigue siendo la primera economía mundial, el desprecio y hasta elevado riesgo con el que se les recibe en muchos sitios donde están desplegados, el elevado coste en vidas y dinero para sus arcas que ello supone, la reducción de la necesidad de importar elementos ajenos para suplir sus propias necesidades, la aparición de nuevos y más importantes objetivos estratégicos y la presencia del peculiar Trump en la Casa Blanca, han hecho que el país tienda perder dicho papel en la eran internacional apoyado en las mencionadas realidades, su egoísmo y un nacionalismo a ultranza (America First).
El mundo se encuentra totalmente globalizado y de carácter tremendamente transversal; no existen o han casi desaparecido los conceptos de las grandes distancias y las restricciones para la libertad de movimientos de personas, capitales o cosas. Todo afecta a todos y cuando un gigante estornuda, todos se ponen el termómetro y se toman una aspirina porque saben que le catarro les llegará más temprano que tarde. El juego con la investigación, desarrollo y transferencias de las ADM es cada vez más generalizado y patente. Hace dos meses no existía prácticamente casi ninguna frontera infranqueable; lo que a su vez, propicia la expansión y difusión de cualquier tipo de infección de forma rápida y silenciosa, si no se toman las necesarias medidas de precaución; tal y como ha sido en muchos casos, principalmente y de momento, en España, Italia, Reino Unido y EEUU. Es precisamente la generalización y proliferación de movimientos y la celebración de eventos masivos lo que propicia todo tipo de contagio sanitario. Los aeropuertos, ahora desiertos y algunos solo abiertos de forma parcial a vuelos de carácter humanitario, se habían convertido en auténticos gigantes hormigueros, donde la gente a millones se movía a sus anchas, en contacto corto y directo; se viajaba en auténticas latas de sardinas, en las que por aumentar los beneficios y bajar los precios, se ganaban todos los espacios para mal acomodar a unos sufridos pasajeros que pasaban verdaderos inconvenientes físicos para completar sus desplazamientos.
Ni que decir tienen los grandes eventos deportivos, festivos, culturales y musicales mundiales que concentraban a cientos de miles de personas en espacios muy reducidos para el alto número de participantes a costa de las buenas condiciones de higiene.La Comunidad Internacional (CI) y sus grandes organismos como la ONU, la OMS, la UE, el FMI, el Banco Central Europeo, el Banco Mundial y la OTAN, que ya arrastraban algunas o grandes deficiencias para su financiación, cohesión, liderazgo y eficiencia han sido superados todos en sus iniciales previsiones por lo que han mostrado su poco valor empírico y real para analizar y prever la dureza de los acontecimientos, asumir responsabilidades, trazar alternativas y apoyar a sus miembros con rapidez, eficiencia y efectividad. Las secuelas de la pasada y reciente crisis económica mundial han propiciado y creado a un gran pelotón de países lastrados por los efectos de aquella que sobreviven bastante o muy retrasados de los puestos de cabeza; aún no habían cubierto los mínimos requisitos en lo referente al saneamiento de sus niveles de déficit y de deuda por lo que muy difícilmente, se verán capacitados para salir por ellos mismos de la consiguiente crisis económica, y ya veremos si hasta financiera, que indudablemente seguirá a esta crisis sanitaria y que ya no quedan muchas dudas en decir que traerá unas consecuencias mucho más graves que las de 2008. A la aludida falta de liderazgo mundial real, hay que añadir que la mayoría de los países de cierta entidad son manejados por gobiernos nada preparados, muy poco capacitados y “liderados” por personajes tan poco profesionales que, ante cualquier eventualidad toman decisiones de verdaderos aficionados; lo que les acarrea mayores problemas que verdaderas soluciones a los diferentes escollos y obstáculos que, aparecen a diario en este tipo de crisis; muchos de ellos, no son más que normales consecuencias de sus malas previsiones o nefastas gestiones previas. Los nacionalismos y los regionalismos hacen que los estados y algunas regiones, se dediquen a mirarse al ombligo y a discutir entre ellos antes que buscar una posición, política y solución común. Situaciones, que generalmente se traducen en una gran falta de confianza, secretismos y en una grave ocultación de los hechos, anulando así el necesario intercambio de información para frenar este tipo de problemas.
Otro factor muy común y bastante dado en la mayoría de los países afectados, ha sido el alto porcentaje de fallecidos entre las personas de la denominada tercera edad. Personas, que por recientes hábitos o costumbres, muy generalizadas, tienden o se ven obligados por cuestiones sociales y familiares a pasar sus últimos años de vida en residencias especializadas. Residencias, que por deformación social o por aquello de auto convencernos con que hacemos lo mejor con nuestros mayores, hemos confundido con verdaderos centros sanitarios cualificados y capaces de afrontar todo tipo de crisis o pandemias. Cosa muy lejana a la realidad; unido a que la vida en ellas es bastante masificada con el obligado contacto diario, un gran y extendido temor al fácil contagio por parte de ellos, una anacrónica y extraña prioridad -casi oficial- para ocupar una cama en las UCIs a las personas de más de 65 años y por la circunstancia de encontrarse aislados de sus familiares, se les ha dejado morir como chinches, solos y con cuidados paliativos en el mejor de los casos. Situaciones y circunstancias que deberán ser investigadas a fondo en su conjunto y por separado porque, a mi entender, podría rallar con una eutanasia masiva, forzada y no consentida por parte de los implicados ni por sus familiares. Los sistemas sanitarios de la mayoría de los países occidentales, a pesar de lo que se pensaba y proclamaba ufana y previamente, resultaron desbordados casi desde el principio; se mostraron bastante incapaces de enfrentarse a los altos picos de la pandemia en momentos determinados y para mayor índice de fracaso, al igual que aguerridos guerreros, se presentaron a la lucha contra este virus -conocido de antemano con más de un mes de antelación- sin muchos de los adecuados y necesarios materiales de diagnosis, protección o cuidados. Como consecuencia de todo ello, los resultados y contagios entre su personal han sido escandalosos, sobre todo, en España.
Por parte de las autoridades políticas y sanitarias en la mayoría de esos países, se había hecho caso omiso a los múltiples avisos por parte de la OMS y al reaccionar de forma tardía, para la adquisición de dichos materiales quedaron dependientes del vaivén de precios y ofertas de un mercado de piratas chinos y sus nefastos intermediarios que han resultado ser prácticamente los únicos en el mundo que podían suministrarlos.Otra crisis sanitaria como esta que estamos sufriendo y, ya veremos cuáles serán sus resultados y consecuencias finales si es que alguien se entretiene en cuantificarlos, es la que se está gestando sobre miles de personas que constituyen el grupo de los conocidos como enfermos crónicos que periódicamente precisan ser visitados por especialistas en asistencia hospitalaria externa para seguir la evolución de su enfermedad o para ajustar su medicación.
Consultas hospitalarias, que en España permanecen cerradas a cal y canto desde el pasado 11 de marzo y que tras casi dos meses de aquello, casi nadie habla o se acuerda de ellos, no se conoce algún tipo de plan para recuperarlas de forma presencial -aunque fuera sobre la base de un estricto triaje o aprovechando otro tipo de locales habilitados para temas sanitarios y que ya se están cerrando- para todas las especialidades o al menos para las más fundamentales como las psicológicas, psiquiátricas, neurológicas, coronarias y urológicas de tanta influencia en aquellos enfermos, que necesitan aire y paseo y que se encuentran encerrados en sus casas durante muchas, demasiadas semanas. El tapón que se está produciendo por esta ausencia de visitas, unido a los habituales retrasos ordinarios y al incremento de este tipo de enfermos por las forzadas condiciones de vida, según los expertos, producirán un grave y peligroso incremento de ellos y con el tiempo, veremos sus consecuencias.
Cosa parecida ha ocurrido con los sistemas y capacidades funerarias en los países con gran número de finados. A pesar de ser muchos, variados e incluso sofisticados o de lujo, en los países con mayor número de bajas casi todos fueron desbordados y se precisó optar por soluciones imaginativas ad hoc para paliar en algo el duro trago creado por tal situación que ha obligado a aplazar en muchos días el cierre del servicio. En algunos países y lugares, se ha tenido que recurrir a las fosas comunes para gente sin recursos en sitios apartados como si de los cadáveres de una gran batalla se tratara y urgiera hacerlos desaparecer de la vista en el menor tiempo posible. Con respecto a los fallecidos, si bien no es un plato de mucho ni buen gusto, se ha procedido a casi ocultarlos de las vistas y mentes por aquello que su número y presencia ofrece mala imagen de gestión y resta votos; tanto que hasta ha habido gobiernos, como el español, que a pesar de sobrepasar ampliamente los 23.000 fallecidos oficialmente (que realmente son muchos más), aún no ha decretado ningún acto de luto nacional y el gobierno manifiesta y claramente, se resiste a ello.
Inexplicablemente y por razones verdaderamente ocultas o por un exceso de precauciones por parte de los profesionales del ramo, a pesar de la imposibilidad de poder enterrar o incinerar los restos humanos con cierta celeridad, en muchos países, no se practicaron las correspondientes y más que necesarias autopsias que muy posiblemente, hubieran propiciado descubrir o dar pistas sobre los principales órganos afectados sobre los que finalmente actúa el virus para poder atajarlo con mayor eficiencia. Situación, que es de obligado cumplimiento en casos de muertes en circunstancias extrañas o sin conocerse claramente las causas del deceso. Una crisis en la que los actos de propaganda y la creación de bulos por parte de todos, incluidos o fundamentalmente aquellos venidos por parte de los gobiernos, han copado la atención diaria en los medios de comunicación y en las extenuantes ruedas de prensa-mitin, sazonas de moduladas tertulias, que con un reducido número de tertulianos, que, con plena libertad de movimientos, se mueven de un escenario a otro durante todo el día.
Tertulias y conferencias, que no han cesado en tratar de influir en las mentes y en ensuciar los deseos de obtener la verdadera información por parte de unos cansados y sumisos ciudadanos con más de 45 días de encierro y camino de los 60 o más, a los que se les intenta contentar, despistar o apaciguar con cánticos, aplausos e historias con final feliz y ocultándoles las verdaderas tragedias sanitarias, sociales y económicas derivadas de una pobrísima y muy mejorable gestión de una crisis sin igual en los últimos cien años. La progresiva salida de esta crisis -eufóricamente denominada desescalada por algunos- no ha podido ser homogénea ni similar en todos los países del mundo por razones bien evidentes; varía en función del número de contagios y de la evolución de los mismos, del de muertes, de la cantidad de test celebrados sobre la población y de la disponibilidad o no de medidas y medios de protección y aislamiento. Como dichas variables han sido aplicadas de modo, forma y tiempo diferentes en cada uno de aquellos, la susodicha desescalada sanitaria y la económica o laboral también serán diferentes y hasta es muy posible que, en algunos de ellos, para muchos negocios y sectores completos cómo el turismo, la hostelería, el ocio y en gran parte la cultura, nunca se salga del agujero en el que se encuentran metidos o aún resten demasiados meses, para que su salida sea una realidad completa o bien patente.
Si a ello le añadimos que la OMS ha estado vacilante, la OTAN no ha servido ni está preparada para combatir una pandemia biológica ni para asistir en modo y forma a sus aliados necesitados, que la UE no ha sido capaz de encapsularse a tiempo, que países como Italia y España, abiertos y campechanos como buenos mediterráneos, están en manos de gobiernos timoratos, muy poco preparados y nada previsores que no quisieron anticipar sus medidas precautorias aun cuando el problema estaba bien patente y desarrollado y que, al menos, tres egocéntricos gobernantes como Trump, Boris Johnson y Bolsonaro (más de uno de ellos, real o ficticiamente contagiado) se hayan reído del mundo y de la amenaza en ciernes, exponiendo a países muy poblados en peligro de grandes contagios y fallecimientos, llegamos a la conclusión de que, por desgracia, nos lo tenemos muy bien merecido.Toda esta amalgama de hechos, situaciones complicadas, decisiones no tomadas a tiempo o mal tomadas en el fondo, tiempo y forma, han llevado al mundo a una situación de verdadero caos jamás vista. Un caos de tal calibre, que en menos de dos meses las tres cuartas partes de la población mundial se ha visto recluida en sus casas, a pesar de como se ha dicho anteriormente, esta pandemia no ha sido de las más graves por el número de contagiados ni fallecimientos.
Se dice y entiende que las épocas y secuelas de las crisis deben aprovecharse para suprimir lo superfluo, aprender de los errores y salir fortalecidos. Habitualmente, tras toda gran crisis, las presiones a las que la situación de estrés nos somete obligan a adaptar varios o muchos cambios en nuestros modos, hábitos, costumbres, sistemas de trabajo y de defensa de todo tipo para hacer frente a los riesgos y amenazas que ello supone. Cambios o adaptaciones, que no forzosamente son todas negativas, algunas han supuesto una aceleración de procesos ya en marcha y también las hay ciertamente positivas; así, se ha podido comprobar el aguante del buen soporte y el funcionamiento masivo de las redes en internet; la compra por dicho medio y la no presencial (tele compra); el gran impulso del teletrabajo y la forzada obligatoriedad al no uso del dinero en metálico y, por consiguiente, la caída en la asistencia a los cajeros automáticos y a las sucursales bancarias. Hechos todos, que deberán ser analizados con seriedad y prudencia por las más que previsibles desapariciones de muchas pequeñas empresas y para que no se conviertan en una gran brecha por donde muchas empresas recorten sueldos o puestos de trabajo, una vez acabada esta adversidad.
Tengo la sensación de que las fronteras volverán a tener sentido o, al menos, recuperar parte de sus orígenes y utilidad; no serán tan abiertas como en los últimos tiempos. Realmente, se necesita de un cierto control de los que entran y salen por ellas a raudales para poder cerrarlas al tráfico de personas y cosas ante una alarma por mínima que sea. Los tiempos de la libre circulación sin ningún tipo de control sanitario previo o en el momento del cruce, al menos para las personas, han pasado a mejor vida durante bastantes años como mínimo.Para terminar con el repaso de los factores o elementos de aspecto negativo; por último, pero no por ello menos importante, nos encontramos ante las grandes diferencias y rehencillas entre países por optar a determinados liderazgos zonales o mundiales, por dominar el mundo económicamente o las graves rehencillas y guerras motivadas por asuntos varios incluso religioso. Muchas de estas confrontaciones se aceleraran como el modo de ocultar los problemas derivados de este tipo de crisis.
Antes de empezar con otros temas más complejos o hasta por dilucidar, quisiera resaltar que, aunque pocos, si ha habido hechos muy positivos y significativos como: el elevado grado de aceptación y acatamiento de las medidas de confinamiento sobre la población; el empleo de las fuerzas armadas casi desde el principio de la crisis en la mayoría de los países aprovechando su alto grado de disponibilidad frente al riesgo, su gran versatilidad, efectividad y disciplina; así como también la construcción rápida de macro hospitales modulares y/o de campaña para aliviar la sobrepresión a los hospitales ordinarios. Tanto uno como otro de estos dos últimos son hechos que deben ser resaltados, conservados en la memoria y de ser posible, objeto de sucesivos entrenamientos para mantenerlos instruidos, con el material actualizado y para su perfeccionamiento.
Está claro, que salvo honrosas y escasas excepciones, hay que invertir mucho más en sanidad a nivel local y nacional, así como contrariamente a la idea de Trump, mejorar las capacidades de la OMS para crear y mantener una red de alerta sanitaría mucho más rápida, seria y eficiente a nivel mundial. Esta crisis, como todas, también muestra efectos curiosos e inesperados; en este caso me refiero a los apoyos en personal sanitario y material llegados a Italia por parte de Rusia y Cuba. Un fenómeno que no tiene otra explicación, salvo la soledad en la que la UE y la OTAN han dejado a un país miembro de ambas ante un desbordamiento real de sus posibilidades. Fenómeno, que debe estudiarse con detalle en sus orígenes y efectos y no dejarlo aparcado como un simple hecho curioso. Creo que debería ser muy importante no caer en el error de abrirse en canal a la geolocalización de carácter permanente mediante el 5G y otros potentes medios de localización, porque una vez establecidos los medios y sistemas, aunque sea aparentemente, por motivos de salud e identificación de potenciales portadores de la enfermedad, el sistema quedará implantado y veremos que determinados y espurios intereses se esconden tras de ellos en busca de otros objetivos y resultados.
A efectos de los cambios que pueden ocurrir en un futuro próximo, se puede decir que la economía mundial, está a punto de dar o ha dado ya un vuelco total. Muy posiblemente, tras este parón y confinamiento casi general y forzoso, el planeta se enfrentará a la crisis económica, financiera, laboral y de petróleo (jamás el precio del petróleo ha estado en cotas negativas como en esta ocasión) más importante de su historia. La profundidad, características y repercusiones de la misma serán diferentes para cada estado y dependerán del tiempo que dure en cado uno que este paro forzoso. Los países que se encuentren sin haber hecho sus deberes en lo referente a su deuda y déficit, no podrán por si solos, asumir sus muchas responsabilidades y para evitar sufrir grandes catástrofes precisaran el apoyo masivo en forma de préstamos o subvenciones por parte de agentes externos para salir de dicho bache. Apoyos, que cómo contrapartida, se transforman en los correspondientes ajustes políticos, económicos, sociales y estructurales que dichos rescates obligarán o traerán consigo. Dado el abultado y peligroso número de personas infectadas pero asintomáticas (que son las que más contagian sin dar pruebas externas), el mundo del turismo, elemento convertido en vital para millones de habitantes a nivel mundial, tenderá a desaparecer con la misma y reciente intensidad como mínimo, por uno o dos años y, hasta es más que posible, que jamás recupere su actual formato y capacidad. Las exigencias y controles sanitarios de y a los turistas durante los viajes y en sus estancias, obligarán a cambios profundos que harán disminuir la afluencia y subirán los costes de todos ellos, por lo que muchos de los paquetes multitudinarios y low cost actuales desaparecerán; como también cambiarán y se reducirán mucho los viajes masivos y extraordinarios dirigidos a las personas de tercera edad.Igualmente, eventos comerciales de carácter multitudinario como simposios, exposiciones, foros, ferias, cines, museos, así como otros de tipo recreativo, deportivo, cultural y social, deberán cambiar de formato, reducir sus aforos y optar por medidas de control sanitarias individuales y colectivas que cambiaran la perspectiva de la forma y modo de asistencia de los espectadores.
Del mismo modo, la vida de relación social individual y colectiva en bares, restaurantes y espectáculos -tal y como la entendemos hasta hoy en día- en amplios sectores de la sociedad y que encierra y supone bastante cercanía entre las personas, sufrirá una mella importante por el aumento del grado de desconfianza que representa la posibilidad de un contagio de cualquier tipo de enfermedad por la mera cercanía sin llegar al contacto real, íntimo o sexual. Lo que también se traducirá, aunque pueda notarse menos, en una reducción del uso de los transportes colectivos y un aumento de los desplazamientos en medios tales como la bicicleta, las motocicletas o medios tales como taxis o coches de alquiler. Es de esperar que la falta de atención o previsión en los momentos iniciales, así como cierto tipo de despreocupaciones políticas ante la crisis o las tardías intervenciones en muchos países, provocarán la desafección de los ciudadanos ante aquellos dirigentes que hayan puesto en peligro sus vidas o se han transformado en haberse llevado por delante sin verdadero motivo o explicación muchos miles de ellas; hayan dejado la economía hecha unos zorros o no hubieran puesto sobre la mesa todos los medios y esfuerzos necesarios para atajarla ni reducir sus efectos con rapidez y eficacia. Efectos y reacciones, que serán capaces de llevar al traste a mandatos y mandatarios arraigados, consolidados y hasta con grandes perspectivas de reelección a pocas fechas vistas. Por otro lado, hasta puede que esta crisis y sus efectos de todo tipo, acaben con determinados experimentos políticos que han demostrado ser incapaces de lidiar correctamente con toros de miura de mucho trapío, peso y talante y se deba recurrir a gobiernos de concentración o a cambios importantes en la legislación en varios o determinados países. Ya se vislumbra claramente, que las diferencias de comportamiento ciudadano en función de las medidas adoptadas producen unos efectos de recuperación muy distintos entre unos países y otros. Serán claramente más positivas en aquellos que fueron diligentes o previsores y anticiparon al máximo la adopción de eficientes medidas para evitar la extensión de la pandemia y en los que, en función de situación sanitaria, pueden propiciar medidas menos restrictivas a sus ciudadanos y dejarles un mayor grado de libertad personal y sociabilidad; sobre todo, en una fase del año en la que en ambos hemisferios las temperaturas no son ni muy cálidas ni muy frías y animan a la distensión fuera de casa. Aunque en muchos países superpoblados y con no muy buenas condiciones de salubridad en Asia como la India, de momento, sus efectos no han sido todo lo devastadores que podría esperarse; en grandes zonas de África y de Centro y Sudamérica, aunque empezando, están todavía por verse.
Es muy previsible que en los dos continentes y debido a sus condiciones atmosféricas, los problemas derivados de la escasez potable o la excesiva abundancia de agua no potable por las lluvias e inundaciones y las muy limitadas capacidades sanitarias en general, podrían aparecer efectos devastadores entre sus poblaciones gracias a la gran facilidad de propagación y contagio. Será imprescindible buscar un liderazgo mundial y varios zonales realmente resolutivos y capaces de aunar esfuerzos en prevención de catástrofes, cosa que no siempre resulta fácil de obtener y aplicar por la escasez actual de buenos candidatos entre los aspirantes al cargo y porque muchas veces, los votantes nos empeñamos en mantener en los puestos al mando de los estados y de las asociaciones de ellos a auténticos leños, egocéntricos y resabiados que desconocen el verdadero rol de lo que debe ser el auténtico líder mundial o zonal. Algunos dirigentes, incluso las más poderosos, pueden caer en la tentación de intentar desviar la atención de su población sobre la pandemia, sus errores en cómo y cuándo atajarla y de las malas condiciones sanitarias en sus países al tratar de buscar culpables o chivos expiatorios fuera de sus fronteras y del alcance de sus decisiones; e inclusive, en desenterrar viejas hachas de guerra para tratar de desviar la atención de sus súbditos (EEUU-Irán). Otros muchos se resistirán en aceptar sus responsabilidades, negarán sus negligencias y se retraerán en mucho en el tiempo en busca de culpas imaginarias o inventadas sobre políticas pretéritas de la oposición cuando gobernaba. Muy pocos aceptarán sus culpas, pedirán perdón y buscarán de forma sincera una solución realmente compartida. La hora de las falsas medallas y de apuntarse éxitos que en realidad no lo son, está a punto de llegar. La salida a toda situación de crisis, aunque no sea plena o aún de forma incierta e incipiente, es muy propensa a este tipo de banales y falaces actuaciones.
Haber abandonado de forma casi exclusiva en manos de China la producción masiva de materiales de protección sanitaria ha sido un gran error estratégico colectivo porque en caso de una pandemia como la presente, las industrias nacionales tardan en ponerse en marcha y durante un tiempo crucial esta falta será la causa de una mayor expansión de la enfermedad y de grandes dificultades para el trabajo y seguridad del personal sanitario. Tema, que estoy seguro, en breve se corregirá. Como consecuencia de lo anterior y del ya mencionado sucio mercadeo entorno a estos productos, la búsqueda de soluciones alternativas ha propiciado en mucho casos auténticas estafas en el mercado exterior y otra serie de cambalaches y graves comisiones en el interior, que indudablemente se deberán analizar por la justicia una vez termine el apretón.
Indudablemente, habrá que hacer cambios profundos en la mayor parte de los países donde son muy empleadas las residencias de ancianos; ya que sus conexiones con la red sanitaria en varios países han fallado de forma estrepitosa, particularmente en España, Italia y Reino Unido.
En España particularmente, habrá que proceder a una profunda reconsideración de la cesión de funciones en temas de salud a las CCAA y del papel y capacidad del ministerio de sanidad en el proceso de centralizar toda acción concerniente a la salud pública en el país en el caso de epidemias; el casi desmantelamiento de las capacidades y funciones del ministerio ha afectado en mucho a la rapidez de acción efectividad en esta situación, lo que obligatoriamente, debe conllevar a revisar si conviene o no recuperar ciertas funciones estatales transferidas en este tema.Es absolutamente necesario la realización de ejercicios y simulacros de este tipo de situaciones de crisis a alto nivel con implicación de todos los medios, fuerzas y servicios del Estado a nivel regional, nacional e incluso internacional de forma periódica para detectar fallos: en el sistema de alertas, en el grado de control de las necesidades, en su reacción anticipada y en la ejecución una vez la infección está en pleno apogeo; así como apreciar y solventar con tiempo la escasez de medios y su redistribución si se produjera. Este tipo de ejercicios es vital para el engrase y la puesta en marcha de todos los medios y servicios necesarios.
Algunos países, quizá por “casualidad”, los habían hecho recientemente y sus lecciones aprendidas les sirvieron de mucho (Corea del Sur).Por último, en el apartado de las generalizaciones deberemos tener presente y estar preparados para un aumento de la pobreza y la consiguiente delincuencia para subsistir en la inminente crisis económica. Una enorme y grave crisis que ya llama a las puertas de muchos países -por mucho que se esfuercen en decir lo contrario- producirá millones de desempleados y muchos de ellos no tendrán acceso a los subsidios estatales o regionales por no estar cubiertos por el sistema; en consecuencia, la hambruna y la necesidad, si los esfuerzos de los servicios de caridad no suplen la avalancha de exigencias, traerá como consecuencia un aumento de la delincuencia, el contrabando y el trapicheo con la droga. Así como, los asesinatos, actos de violencia de género, los suicidios y las enfermedades psicológicas y psíquicas aumentarán tras tantos días de confinamiento obligado y también a consecuencia de la crisis económica.
En definitiva, a modo de resumen y con carácter general, tal y como ha venido sucediendo tras las pasadas pandemias y crisis sanitarias, es muy posible que esta haya servido como el empujón definitivo para alcanzar hitos y efectos ya en marcha o para que se produzcan nuevos tipos de cambios importante en aspectos sociales, económicos, laborales, políticos y en determinados usos, hábitos y costumbres. Esta crisis también ha servido para lanzar definitivamente el uso del teletrabajo, lo que sin duda supone un gran acierto pero con consecuencias aún por determinar; el dinero en metálico ha dejado prácticamente de usarse, lo que supone la puntilla a un fenómeno que ya apuntaba al desuso, que perjudica a las personas de mayor edad no acostumbradas a ello, pero por el contrario, favorece a la continuación de la reducción de la red de oficinas bancarias y cajeros automáticos. Aparecen otros cambios como un importante aumento de las compras online y de los pagos por medios telemáticos con sus consiguientes riesgos de pérdidas de empleo, cierre de negocios pequeños y considerables pérdidas en las grandes superficies, potenciales fraudes y una imperiosa necesidad de mejorar las medidas de protección.
Ha quedado de manifiesto que habrá que revisar el grado de cobertura sanitaria individual y colectiva; asistencia, que deberá dar un vuelco importante por sus grandes fallos y poca efectividad en esta pandemia. Se define la necesidad de contar y construir rápidamente nuevos tipos de reservas de materiales así como contar de forma permanente con almacenamientos e industrias estratégicas, que hace años se cerraron y trasladaron a China, por lo que se deberán recuperar. Como puntos muy importantes y de extrema urgencia se debe tener en consideración que el sistema y cobertura de las residencias de ancianos -en el mundo llamémosle civilizado- debe cambiar y mejorar considerablemente y que se produzca el máximo anticipo posibles de los esfuerzos nacionales e internacionales para que las consecuencias de la crisis económica no sean mayores y hasta más sangrantes que las de la sanitaria. A pesar de todo lo anterior, el mundo como tal no cambiará mucho; seguirán apareciendo estados gamberros y movimientos terroristas que no respeten la paz mundial ni siquiera durante ni tras estas situaciones; si Trump fuera laminado para su reelección como consecuencia de su nefasta gestión de esta crisis y no resuelve bien la económica, alguno entre Xi Jimping y Putin tratarán de sustituirlo y no por sus propios méritos, sino porque la alternativa norteamericana no ofrece grandes garantías de ocupar el liderazgo mundial.La UE pondrá a prueba su supervivencia y efectividad y sufrirá grandes bandazos por la baja calidad de los aspirantes a sus puestos directivos o los que gobiernan o quieren gobernar en breve sus países miembros y por las tensiones políticas y económicas que resulten del necesario rescate, más o menos encubierto, a favor de varios países, de entre los destacan Italia y España.
También creo firmemente, que la mayoría de los Organismos Internacionales que componen y sobre donde se sustenta la CI, deberán redefinir sus capacidades y posibilidades para evitar desaparecer totalmente o quedar reducidos a un papel muy residual por mucho que sus actuales directivos pretendan aparentar que no existe tal posibilidad. En general, no son buenos augurios ni grandes perspectivas para el camino que tenemos por delante. Muchos empezaron el año pensando que este iba a ser el de los grandes conciertos internacionales en el orden económico, ambiental, cultural, político y social al estilo de la década de la misma decena en el siglo pasado; otros a nivel nacional, que construían sus Arcadias como les placiera y a todo gas; pero, una pandemia que, aunque haya sido de menor entidad que otras anteriores, simplemente por ser tan contagiosa, tan mal anunciada, peor tratada y fatalmente combatida, ha bastado para que el mundo entero se tambaleara, la economía global se colapsara, el petróleo se regalara y se vieran por primera vez a muchos miles de millones de habitantes confinados en sus casas, anulados los vuelos en el mundo entero y cerradas las fronteras en todos los continentes con la mayoría de las fábricas, negocios y oficinas de «vacaciones» forzosas o clausuradas para siempre, sin remedio o con escasas alternativas al final.
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