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Elon Musk tiene la llave de la supremacía militar mundial

Jesús Díaz

En plena carrera armamentística con Rusia y China, EEUU podría volver a establecer su superioridad en el bombardeo estratégico con una versión militar del Starship de Elon Musk.

Estados Unidos se está quedando detrás de China y Rusia en la nueva carrera de armas nucleares hipersónicas. El Pentágono debe decidir si sigue continuar esta senda o intentar algo completamente diferente que les volvería a poner a años luz de distancia de sus enemigos: encargar a SpaceX un una versión militar del Starship, un bombardero orbital capaz de lanzar ataques imparables a velocidad hipersónica. Técnicamente es más que posible, pero está por ver si Elon Musk daría el salto a la industria militar o no.

Aunque SpaceX ya tiene al Pentágono como cliente, no es para misiones de caracter ofensivo (que sepamos). Teóricamente, usar un Starshop como bombardero nuclear iría en en contra del Tratado del Espacio Exterior firmado por la Unión Soviética y los Estados Unidos el 27 de enero de 1967. Entre otras cosas, el tratado prohíbe el uso del espacio para la colocación de armas de destrucción masiva. Entró en vigor el 27 de octubre del mismo año aunque, hoy en día, no hay ninguna certeza de que los firmantes — incluyendo China o la India — lo hayan respetado.

Más bien al contrario. Conocemos que hay actividad militar en el espacio que va más mucho allá de espiar a un enemigo o cargarse un satélite.

Bombardero estratégico hipersónico

La realidad es que los planeadores hipersónicos chinos y rusos son capaces de mantenerse en el espacio durante días antes de abalanzarse sobre un blanco cuando su gobierno dé la orden. Ninguno de estos lanzamientos tendría posibilidad alguna de intercepción por parte de su enemigo.

Las armas hipersónicas son, de forma efectiva, la militarización pura y dura del espacio. No son bases permanentes cargadas de misiles nucleares listos para impactar contra cualquier punto del planeta en cuestión de segundos. Pero el efecto es el mismo. Durante los días que pueden estar dando vueltas a la Tierra, son armas de destrucción masiva listas para evaporar una ciudad en segundos.

Esa sería la lógica americana para militarizar el Starship comoo como bombardero hipersónico nuclear. No son permanentes pero podrían permanecer en órbita para bombardear cualquier objetivo de forma casi instantánea. Desde el punto de vista tecnológico, es perfectamente factible y relativamente sencillo de implementar. Y con más de 100 toneladas de capacidad de carga, el Starship va sobrado para llevar cualquier tipo de armamento y forrar China o Rusia de explosiones nucleares en un santiamén.

Estaría por ver si Elon Musk está por la labor, claro. Según él, quiere colonizar Marte para evitar la extinción de la humanidad en caso de un evento apocalíptico. Permitir que el Starship tuviera fines militares más allá del transporte de tropas o suministros iría directamente en contra de su supuesta misión.

Una nueva carrera totalmente inútil

Por otra parte, la cruda realidad es que esta carrera de nuevas armas hipersónicas es una imbecilidad de dimensiones galácticas. Parece diseñada para alimentar los complejos armamentísticos de todas estas potencias porque no aguanta el más básico de los análisis lógicos.

Basta con analizar los sistemas defensa americanos — los más avanzados del planeta — contra los misiles balísticos nucleares convencionales. Es verdad que estos últimos pueden ser neutralizados — aunque por ahora sólo han podido probar estos sistemas en escenarios preparados — pero la realidad es que el limitado número baterías de intercepción de ICBMs de los Estados Unidos haría inutil cualquier intento de defensa contra las más de 1.189 cabezas nucleares rusas listas para su lanzamiento inmediato.

El hecho es que, aunque las baterías de defensa americanas tuvieran una efectividad del 100%, su número es tan limitado que sólo podrían neutralizar un ridículo porcentaje de un ataque total ruso: un 2%, según algunas estimaciones. Y, aunque China cuenta con muchas menos cabezas — más de 300 y en aumento — el sistema de intercepción americano tampoco valdría para nada ante una lluvia de ojivas nucleares.

Y sí, es cierto que la efectividad de los sistemas de defensa actuales se reduce a cero con las armas hipersónicas. Pero la posibilidad de supervivencia de la humanidad en caso de una guerra nuclear con ICBMs convencionales también es cero. En el mejor de los casos, todo es un teatro para alimentar la industria militar que, por un fallo humano o un gatillo fácil en un momento de tensión, puede acabar con la humanidad. En el peor, es sprint consciente hacia la autodestrucción dirigido por tontos de remate.

La imbecilidad humana sólo rivaliza con su ingenio

Algunos argumentan que, con armas hipersónicas de reentrada o de crucero, China o Rusia podrían lanzar un ataque selectivo e imposible de evitar contra algún punto estratégico, como la flota americana en el Pacífico o Taiwán. Pero al final, este ataque ocasionaría una respuesta nuclear de los americanos inevitablemente, destruyendo la flota rusa del Ártico, la ciudad de Pekín o la Presa de las Tres Gargantas. Y a su vez, esta respuesta volvería a ponernos en el escenario de una guerra termonuclear mundial. Estaríamos en la mismas.

Quizás lo que deberían hacer los payasos de uniforme que dirigen avocan por estos tinglados militares y los políticos que les azuzan por el interés de los complejos militares que los sostienen (y viceversa) es empezar a hablar sobre cómo reconvertir estas industrias de suma cero y reutilizar todos los trillones invertidos en asegurar la destrucción mutua. Quizás en un programa internacional drástico para poner la fusión nuclear en marcha, acabar con el cambio climático (como por cierto recomienda el Pentágono), preparar la infraestructura eléctrica e informática contra una tormenta solar masiva, controlar la posibilidad de una erupción de un supervolcán y defendernos contra posibles asteroides apocalípticos.

No es un tema de izquierdas o derechas. O de pacifismo y ecologismo. Cualquiera con dos dedos de frente debería concluir que la estabilidad y la paz planetaria es necesaria para que los humanos podamos seguir comprando chorradas en Black Friday, tomando arroz con cosas todos los domingos y pagando la factura de la luz. Es decir, que siga habiendo capitalismo y continuemos con nuestras vidas insignificantes pero preciosas en la nada infinita del cosmos, que diría Carl Sagan.

Fecha de publicaciónoctubre 31, 2021

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