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Resumen:
El mundo, desde las certezas de la Guerra Fría, cada vez presenta más incertidumbres y un mayor número de amenazas a la paz y seguridad internacional.
Los eventos y hechos que, desde aquel entonces, han acontecido por todo el planeta aparentemente han debilitado los pilares en los que se basaba el paradigma de seguridad, minando el liderazgo, la cohesión y las expectativas de las poblaciones.
La pandemia de COVID, una amenaza nueva —pese a que las enfermedades infecciosas ya eran consideradas como tal hace dos décadas— genera tensiones y contribuye, aparentemente, a acelerar la ruptura de dicho paradigma.
Una reflexión al respecto articula y cierra el presente documento.
Palabras clave:
COVID, seguridad, Estado, organizaciones internacionales, cohesión, paradigma, liderazgo.
¡De un mundo de certezas…
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial y durante la llamada Guerra Fría, el planeta se encontraba en una etapa de relativas «certezas». Por un lado, la proporcionada por la existencia de dos bloques enfrentados —más una tercera vía, la de los «no alineados» y la presencia de algunos países neutrales—, por el hecho de saber «en qué bando se encontraba cada uno» y «quiénes eran los enemigos». Y también, quiénes «los amigos o aliados».
Por otra parte, la existencia de un fuerte liderazgo mundial, tanto a nivel de naciones como de personas, al menos los jefes de las grandes potencias, posibilitaba unas opciones y percepciones más claras o, al menos, más fáciles de ajustar a la amenaza prioritaria, el otro bloque, hecho que ensombrecía casi todo lo demás.
Y todo ello sin olvidar que pese a las guerras que supuso el proceso de descolonización y la pugna de los bloques en terceros países, el nivel de vida y los indicadores de desarrollo fueron mejorando de manera global1, si bien seguían existiendo grandes diferencias entre los países desarrollados y los no desarrollados, y entre diferentes modelos económicos. Las expectativas y percepciones eran de poder ir a mejor, de ir avanzando en calidad de vida y riqueza, en oportunidades y anhelos, pese a las crisis y dificultades existentes. Los hijos, de modo general, tenían serias esperanzas de vivir mejor que sus padres.
Durante todo este periodo, las instituciones de gobernanza regional y global experimentan un gran desarrollo: la realidad y definición de las guerras como «mundiales», así como la posibilidad de la destrucción de la humanidad como un todo en un holocausto nuclear aceleró esa sensación de «aldea global», de la visión del mundo como un espacio único y que, por tanto, se debía tender a gestionarlo como tal.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), surgida en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial (1945)2 con un preámbulo cuajado de palabras tales como paz, seguridad, justicia, derechos, progreso, etc., en un canto a un mundo mejor, va ocupando espacios y áreas de trabajo; y una gestión muy activa y unos secretarios generales legendarios —basta recordar al sueco Dag Hammarskjöld, el «inventor» de las «misiones de paz»— llenan de prestigio a la ONU y a sus agencias, mientras nuevas asociaciones regionales de diferentes tipologías —militares, comerciales, políticas, etc.— van apareciendo por todo el planeta. El proceso de asociación
supranacional, haciendo bueno el lema secular «unidos somos más fuertes» parece que va ganando enteros durante la Guerra Fría; y de la misma manera que las Naciones Unidas, dichas organizaciones cuentan con un grado de aval y de prestigio significativo. Lo que dicen dichas organizaciones tiene peso internacional.
Unas relativas certezas, Estados cohesionados con poblaciones unidas, organizaciones supranacionales válidas y que suman, así como una adecuada capacidad de liderazgo proporcionan un serio sustento al paradigma de seguridad que, con matices, ha llegado hasta nuestros días. ¿Con firmeza suficiente?