Tras la Gran Depresión de 1929 y la Gran Recesión de 2008, el mundo se enfrenta a lo que algunos economistas ya han bautizado como la Mayor Depresión por la pandemia del coronavirus. Es terreno completamente inexplorado, con el tejido productivo de la sociedad de medio mundo en un coma inducido y el paro, que aún es pronto para contabilizar de forma fiable, disparado a niveles nunca antes vistos. Los expertos en economía consultados por ABC advirtieron de que este es momento de que los gobiernos intervengan para asegurarse de que la industria, el comercio y el mercado de trabajo se mantienen listos para reactivarse en cuanto las autoridades sanitarias decidan. Sobre todo, según añadieron, es imprescindible diseñar una combinación de política fiscal y monetaria con el mayor consenso político posible.
Pero el mundo que saldrá tímidamente a la calle se encontrará una economía diferente, con sectores que mantendrán el pulso y otros que necesitarán más tiempo para restañar sus heridas. La herida más profunda la sufrirá lo que BBVA Research llama «consumo social». Según el seguimiento de la entidad sobre el gasto con sus tarjetas desde la segunda quincena de marzo la hostelería, el transporte, el turismo y el entretenimiento, han visto reducir el consumo entre un 60 y un 100% frente a 2019. «La alimentación, algunos bienes y servicios sanitarios y ciertas compras por internet se han visto beneficiados por el entorno de elevada incertidumbre, además de por un cambio en los hábitos de consumo impulsado por el confinamiento», incide el servicio de estudios.
Según Funcas, la hostelería y la restauración serán las más perjudicada y caerán un 58,3% hasta junio para acabar el año un 20% por debajo. La construcción le sigue con una caída del 5% acumulada en el año, por delante del 4,7% que se hundirá la industria manufacturera. Solo el sector primario escapará de la recesión y crecerá un 3%.
Ello deja negro sobre blanco que si unos sectores saldrán beneficiados frente a otros, lo mismo ocurre con los países. La economista de Funcas, María Jesús Fernández, cree que la recuperación se dará en el tercer trimestre aunque en España será más lento el rebote por «el peso del turismo, que es la actividad que más tardará en recuperarse». BBVA augura la recuperación total del sector para «varios años». El turismo representa el 15% del PIB y tanto el FMI como Credit Suisse señalan que, por ello, la recuperación será más rápida en países industriales como Alemania.
Las previsiones del FMI confirman esta distinción: para España el organismo augura una caída del 8% (el peor dato junto al de Italia) y una recuperación más débil, del 4,3% en 2021. Estados Unidos, por ejemplo, caerá un 5,9% para luego rebotar un 4,7% y Alemania experimentará una recesión del 7% con una 5,2% el año que viene, según el organismo, que augura la mayor crisis desde la Gran Depresión. No habrá recuperación en forma de V, sino de logo de Nike.
Esta situación es completamente atípica porque, según explicó a ABC el profesor de Economía de la Universidad de Berkeley Pierre-Olivier Gourinchas, «la economía entra en recesión no porque padezca una crisis financiera como en 2008 o por un descenso del precio del crudo, sino porque es decisión de los gobiernos poner la economía en un modelo de pausa, una especie de coma inducido, que va a tener un precio muy, muy alto».
Deseable consenso
Es el profesor Nouriel Roubini, de la universidad de Nueva York, quien acuñó el término «Mayor Depresión» el 26 de marzo en una teleconferencia en la que alertó de cómo la economía de los países más afectados —como son Italia, España o EE.UU.— se adentra en un a suerte de peligroso Triángulo de las Bermudas compuesto por una respuesta tardía a la emergencia sanitaria, el peligro de una inflación desbordada y el riesgo de conflictos geopolíticos como la tensión entre Washington y Pekín.
«Durante un año, uno puede sobrellevar un déficit presupuestario de dos o tres billones de dólares, y alcanzar un déficit presupuestario pongamos que del 10% al 15% del PIB, e imprimir dinero para sobrellevarlo. Y se puede engañar a todo el mundo por un poco de tiempo, o a poca gente todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos los inversores todo el tiempo. Haciendo esto se puede acabar como Zimbabue, como Argentina o como Venezuela, con inflación y a la larga hiperinflación», añadió el profesor Roubini, quien hace una década fue apodado Doctor Doom, o Doctor Muerte, porque en 2006 predijo en un informe del FM un estallido de la burbuja inmobiliaria seguida de una grave crisis económica.
En EE.UU. el Capitolio ha aprobado un paquete de estímulo, ya ratificado por Trump, que contempla un gasto estimado de dos billones de dólares, y ambos partidos ya consideran medidas de rescate adicionales. Este estímulo, sin embargo, ha sido fruto de unas arduas negociaciones entre demócratas y republicanos, e incluye ambiciosos créditos y subsidios de consenso, centrados en autónomos, pymes, y parados.
Según el FMI, la deuda pública escalará al 114,6% del PIBen 2021 frente al 95,5% de 2019, en lo que supone su máxima cota desde 1902. El déficit crecerá del 2,8% del PIB en 2019 al 9,5% en 2020, el mayor desde que se pidió el rescate bancario en 2012, siendo así el país europeo con un mayor agujero en sus cuentas en 2020 y 2021, cuando bajará al 6,7%. Ello se debe al elevado punto de partida, ya que el Gobierno no solo no redujo el desequilibrio en 2019 sino que lo aumentó del 2,5% al 2,8% del PIB. La crisis económica actual dejará una factura abismal. Estados Unidos, que alcanzará un déficit del 15,4% del PIB este año (desde el 5,8% actual) y una deuda del 131,1% (frente al 109% de 2019).
EE.UU. ha aprobado un contundente paquete fiscal del 6,9% del PIB, medidas de liquidez del 2% y avales del 2,2%. Alemania también ha desplegado medidas inmediatas del 4,4% del PIB de gasto, liquidez del 6,2% y avales del 23,4%: el país germano tiene un colchón para ello, al tener superávit en 2019 y una deuda del 59,8% del PIB. Sin margen fiscal para medidas más ambiciosas, España ha elevado el gasto un 1,2% del PIB, avales por el 8,9% y liquidez del 0,9%
Ola de quiebras
El ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz,aprobó un impulso fiscal de 800.000 millones de euros, el mayor desde la II Guerra Mundial. «Nos lo podemos permitir», añadió, en referencia a las últimas cuatro legislaturas de disciplina fiscal. La magnitud de esa reacción al efecto coronavirus tiene como objeto apuntalar una agrietada confianza empresarial y del consumidor.
El gigante alemán aéreo, Lufthansa está vendiendo 40 de sus 763 aviones, negocia un rescate público y la venta de su marca low cost, German Wings. Deutsche Bank ha cerrado 200 de sus 500 oficinas, partiendo de una situación ya crítica. El sector automovilístico se ha paralizado, poniendo en riesgo no solo su recuperación, sino la carrera tecnológica por la movilidad eléctrica.
Y se trata de un pesimismo respaldado por los datos. La economía alemana registrará una contracción de casi el 10% en el segundo trimestre de 2020, a pesar de las ingentes ayudas, según la proyección conjunta de los principales institutos económicos (DIW, IfO, IfW, IWH y RWI). La contracción del segundo trimestre será, de hecho, la peor desde 1970 y dos veces superior a la del primer trimestre de 2009, durante la gran crisis. La única manera de evitar ese demoledor efecto en cascada, según Clement Fuest, presidente del Instituto IFO de Múnich, es «no caer en la trampa de plantear esta crisis como una disyuntiva entre la bolsa o la vida y reactivar progresivamente, pero cuanto antes, y con criterio, la economía».
Según el efecto multiplicador keynesiano que da título al libro del nobel George Akerloff y Robert Shiller, «Animal spirits», la falta de confianza acelera la la recesión, llegando a paralizar los mercados de crédito y la financiación mayorista y obligando a los gobiernos a gastar en exceso. Y viceversa. El movimiento en espiral parece estar ya en marcha y con efectos duraderos. Las empresas alemanas que cotizan en bolsa han quedado a unos precios tan ridículos que el gobierno teme compras masivas de inversores chinos y se prepara para un plan de nacionalizaciones a través del banco estatal de desarrollo KfW.
Y según una encuesta de la consultora EY a 2.900 directivos, al menos el 50% de las empresas están prescindiendo de sus proveedores y redes de suministro. La única manera de evitar ese demoledor efecto en cascada, según Clement Fuest, presidente del Instituto IFO de Múnich, es «no caer en la trampa de plantear esta crisis como una disyuntiva entre la bolsa o la vida y reactivar progresivamente, pero cuanto antes, y con criterio, la economía».
Globalización, marcha atrás
Según el economista e investigador de la Universidad de Cornell Paul McCulley, un estímulo bien ideado y consensuado «puede ser una autopista hacia el cielo en este momento». Es momento, reflexiona, de planificar de forma rápida una clara política fiscal y monetaria, por encima de otras prioridades. «Ya habrá tiempo de solucionar el impacto que va a tener esto sobre tantos frentes en la sociedad. Ahora mismo, preocuparse por la incontinencia fiscal es exactamente lo contrario de lo que deberíamos hacer», añadió.
La pregunta que debería estar haciéndense un gobierno en este momento, según el profesor Gourinchas, es si la producción económica está lista para reactivarse de forma rápida y efectiva. «¿Tienen los trabajadores vías para volver a sus puestos de trabajo? Es crucial en este momento mantener esas redes laborales, esas relaciones entre empleadores y empleados, y apoyar a las instituciones financieras para mantener las vías de distribución. La pregunta es: ¿podemos reactivarnos como economía lo más rápido que sea posible cuando esto haya pasado?», se preguntó.
El escenario de pesadilla sería, para este experto, resultado de falta de preparación. «Imaginemos quiebras encadenadas, unos juzgados saturados por ello, suspensión de pagos, cierres. Si se deja sola la economía, en dos meses, un desempleo récord. Más cierres de empresas. Y caída de instituciones financieras que han dado crédito que no pueden recuperar. Entonces se abre una crisis fiscal. Puede tratarse de un desastre gigantesco», concluyó el economista.
Otro riesgo late bajo la piel de la economía mundial y apunta al comercio. «Esta crisis puede dar lugar también a un cierto retroceso de la globalización, debido a que se ha puesto de manifiesto la fragilidad de las cadenas productivas excesivamente fragmentadas y dispersas internacionalmente», incide Fernández. Pero, alerta, estamos en terreno desconocido. «Seguro que el cambio más importante a que dé lugar, no lo imaginamos», sentencia.