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Las trampas de la historia

Christopher Clark. Fecha de lanzamiento: 16/02/2022. Editorial: GALAXIA GUTENBERG. Traductor: ALEJANDRO PRADERA SÁNCHEZ. Nº de páginas: 320. Precio: 22,70€.

De Nabucodonosor a Donald Trump.

Estas semanas, leer cualquier libro de los grandes maestros de la Historia Contemporánea parece remitir al más rabioso presente y a la terrible guerra de Ucrania, como si las páginas nos brindaran pistas para su comprensión desde el análisis de hechos no tan lejanos en el tiempo. En ‘Las trampas de la Historia ‘ (Galaxia Gutenberg), el australiano Christopher Clark, asimismo autor del inolvidable ‘Sonámbulos’, nos lanza un ejercicio de reflexión muy bien macerada durante la pandemia, cuando el confinamiento le permitió ordenar unas serie de ensayos bajo la temática del título que los reúne. El libro funciona cómo una espléndida meditación sobre la importancia de cómo se narra la Historia, con un mensaje clarísimo contra la manipulación de la misma desde la clase política.

Estragos de la guerra en Kharkiv, Ucrania (EFE EPA Stanislav Kozliuk)

La obra tiene un preludio y un broche centrados en el ahora. En el primero la pandemia cobra protagonismo a través de una serie de pensamientos de una lógica aplastante. La crisis sanitaria ha afrontado varios riesgos en su crónica, entre ellos algo muy significativo e inédito en experiencias anteriores de la Humanidad: la sobreinformación científica, fantástica sin duda como bálsamo mientras durante los primeros meses los gobernantes adoptaron medidas casi idénticas a las de la Edad Media.

Esto puso en tela de juicio, desde una desesperada paciencia o una paciencia desesperada, la confianza de los ciudadanos en sus líderes, saldada con una relación ambigua por hartazgo y triunfal por evitar revueltas, como en el Bombay del siglo XIX, cuando la dureza de los decretos británicos durante una epidemia terminó con la vida del comisario municipal, víctima de la multitud. Sin embargo, el aspecto más remarcable para Clark es que una epidemia se produce cuando un agente exógeno irrumpe sin avisar a la población humana. Esto, como apuntó Laura Spinney en ‘El jinete pálido’ (Crítica), conllevaría contar este episodio histórico desde una óptica distinta al trascendernos e implicar una serie de elementos ausentes de las crónicas.

Las batallas y los liderazgos

Clark, profesor regio de Cambridge, enlaza pasado y presente a través de una estructura modulada donde esparce para empezar el bíblico sueño de Nabucodonosor y la invención de Daniel sobre la estatua con un quinteto de materiales, de barro a oro, para representar los cinco imperios terrestres. Para muchos, el último serían los Estados Unidos de América, si bien esa certeza, aceptable hasta la crisis económica de 2008, podría ser una fórmula repetida hasta la extenuación al no razonarse.

La facilidad para asumir determinados postulados históricos en la contemporaneidad es un misterio del inconsciente colectivo de las naciones. ‘Sonámbulos’ causó conmoción al publicarse en Alemania por motivos inesperados. En su estudio, el australiano exculpaba a los cabecillas prusianos de ser los responsables de la Primera Guerra Mundial. El mensaje cuajó entre la opinión pública de la potencia europea, generándose ira al romper con la narración canónica. Ello obviaba los matices, pues las conclusiones del ensayo apuntaban a una culpabilidad colectiva, con el imperio de Guillermo II preparándose durante el intenso julio de 1914, como los demás implicados en la contienda venidera.

El filósofo del imperativo categórico guardó silencio durante una nada y le replicó con sabias palabras

Antes de recordarnos su vivencia, Clark retrocede a finales del siglo XVIII con una anécdota repleta de advertencia. Esos años vieron proliferar en Prusia a sectas religiosas, una amenaza para la unidad espiritual del territorio. En Königsberg, Immanuel Kant concedió audiencia al santón Johan Wilhem Ebel, quien quería pedirle consejo tras una epifanía. Una tarde, al lado de un laguito con lirios, la luz del sol deslumbró al buen hombre, revelándose fundador de un nuevo credo donde bastarían el agua y la luz para conferir energía a la Humanidad. El filósofo del imperativo categórico guardó silencio durante una nada y le replicó con sabias palabras, exhortando a su interlocutor a probar su teoría desde lo práctico.

La metáfora va más allá de esa breve conversación. Ebel jamás renegó de esos cuentos de hadas, ganó seguidores en la región y evolucionó hasta ser diácono de la ciudad kantiana desde una rigurosa ortodoxia. Su elevación a la cumbre era la victoria de la sinrazón desde discursos demoledores por su impacto en la audiencia, vacuos en su contenido. Este declive de los liderazgos suele ser fuente de turbulencias en la Historia, con otro mito a derribar, el del momento único con suficiente fuerza como para modificar el curso de los eventos y sellar un diáfano antes y después.

Alejandro en Issos

Clark lo desmonta en un pequeño ensayo tan inteligente como dadaísta, sobre todo porque se trata de una conferencia leída durante un congreso. La temática era la batalla de Hastings, excusa para desarrollar un entramado en torno a combates memorables, de Alejandro Magno a la Primera Guerra del Golfo según los informes del Pentágono.

El macedonio se impuso a los persas, y en muchos lienzos de esas conflagraciones, como ‘La batalla de Alejandro en Issos’, de Albrecht Altdorfer, los soldados lucen los ropajes de la época del pintor, un botón tanto de ignorancia como de oportunismo para satisfacer a las testas coronadas, en ese caso Carlos V, contentas con la asociación, tan válida para dominar el presente y tender un puente con la inmortalidad.

‘La batalla de Alejandro en Issos’, de Albrecht Altdorfer

La representación de un pasado con vestimentas actuales nos habla de cómo podemos confundirnos por una operación afín, su otra cara de la moneda. Carece de sentido trasladar Ucrania a 1914, 1877 o 1941 porque cada era se nutre de componentes distintos, los más esenciales para la comprensión histórica, donde un punto del camino es consecuencia de un sinfín de procesos previos, en general omitidos o sólo etiquetados desde el corto plazo, sin extender en exceso el horizonte de lo pretérito. A partir de este argumento, la batalla como causante de vuelcos sin retorno es más bien una fórmula para rememorar desde una leyenda útil como cimiento de un relato nacional o universal con visos arquetípicos, más erróneo si cabe por provocar la hegemonía de una narración histórica con unos pocos saltos cruciales y muchos huecos entremedias.

Todos estos presagios de analfabetismo del siglo XXI son masacrados con ironía en varios fragmentos del libro

Todos estos presagios de analfabetismo del siglo XXI son masacrados con ironía en varios fragmentos de ‘Las trampas de la Historia’, con Bismarck de cebo. En el primero, Clark imagina un manual de autoayuda en la librería del aeropuerto, un hit absoluto desde los cinco axiomas del Canciller de Hierro: Procura provocar, madura el caos, actúa de forma imprevisible, ficha al jefe y establece metas en amplitud y profundidad.

Tatuarse todas esas virtudes no supondría adquirir los súper poderes bismarckianos. Dominic Cummings, ideólogo del Brexit y asesor especial de Boris Johnson hasta noviembre de 2020, quiso emular al prusiano sin profundizar en sus entresijos. Por ello, quiso revolucionar el staff de Downing Street con nombramientos de gente más joven y menos preparada para barrer el patio. Lo populista y mediocre, incluso desde el electoralismo, de esa propuesta se abrazaba a una amnesia de todo lo acontecido con anterioridad, sedimentado en capas configuradoras de mecanismos, costumbres y, ante todo, la Historia, mucho mejor interpretada por Bismarck bien consciente de cómo cocinar todos estos ingredientes hasta hacerlos suyos por entero.

La guerra y el mañana

Clark, sin quererlo, es clarividente con la cuestión ucraniana, equivocándose sólo por ceñirse a guerras terminadas de nuestra centuria. Según su criterio, estas se caracterizaron por acciones muy específicas con pocas bajas, de corta duración y un decálogo articulado desde la precisión, relegándose así los grandes despliegues y las estrategias convencionales. Vladimir Putin lo desmiente sólo en este aspecto. Para el australiano, huelga decirlo, nuestros tiempos son inciertos desde 1990, cuando no se reparó en la coincidencia de dos cataclismos al unísono, la reunificación de Alemania y la consolidación china tras la matanza de Tiananmen, y el hundimiento de un gigante como la Unión Soviética.

Esta triple carambola quedó disimulada por la supremacía estadounidense hasta mediados de la década de 2000. Fue entonces cuando los acontecimientos tomaron cuerpo a partir de un fallo en el engranaje. Durante la primavera de 2008, Georgia y Ucrania solicitaron integrarse en el Plan de Acción de Ingreso en la OTAN por la vía rápida. George W. Bush presionó todo lo posible a favor al anunciar sin ambages a Rusia la independencia de las dos antiguas repúblicas soviéticas.

Clark lanza una amonestación lapidaria por esa pésima gestión de la recobrada multipolaridad

Ambas vieron denegada su solicitud al no ponerse de acuerdo los países miembros de la Unión Europea. Merkel proclamó el deseo del Club para una pronta integración a la Alianza Atlántica, combustible para Putin y sus ambiciones en el tablero, moviéndolo a sus expensas por el desbarajuste en Washington con Donald Trump, la connivencia china en algunos asuntos, sus intervenciones en Siria y la descoordinación del bloque occidental, ralentizado en la toma de decisiones. Clark amonesta todas estas vacilaciones con una amonestación lapidaria por esa pésima gestión de la recobrada multipolaridad del escenario: “Pero cuando en Occidente nos preguntamos cómo hemos llegado a esta situación, es bueno que seamos conscientes de nuestro propio papel en los acontecimientos que nos han llevado hasta aquí”.

Por lo demás, Putin renovó el ideario ruso sin acatar la previsible homologación de su país a las costumbres capitalistas, creó nuevas potenciales regionales con su rol en Oriente Medio y lanzó dos ofensivas ilegales contra Georgia y Ucrania, esta última, en un texto escrito antes de todo esto, juzgada de enrevesada y dificilísima solución.

El autor de ‘Las trampas de la Historia’, especialista en Europa, comulga con el discurso de Emmanuel Macron en la Sorbona en septiembre de 2017. Esa jornada, el presidente francés quiso recordar a los habitantes del Viejo Mundo que Europa es el único horizonte posible, y mientras no nos dediquemos a construir el edificio incompleto de la UE seguiremos sumergidos por el pasado. El único pero a este sueño, concluye el historiador, es cómo este trazar y ocupar el mañana puede truncarse por un presente con la imprevisibilidad como suprema bandera.

Fecha de publicaciónagosto 21, 2022

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