Si sacamos esa leña del bosque reduciremos el riesgo de incendio y obtendremos una provechosa fuente de energía renovable: la biomasa forestal
La situación que presentan los bosques del centro peninsular tras el paso de la borrasca Filomena es muy inquietante. La cantidad de árboles y ramas caídas tras la nevada y los fuertes episodios de viento han recargado los montes de combustible, confirmando el peor escenario del que nos venían advirtiendo los expertos en extinción de incendios.
Tal vez a muchos lectores les sorprenda saber que, con nuestros casi 30 millones de hectáreas, somos el segundo país de toda la UE con mayor superficie forestal, tan solo por detrás de Suecia. Por eso el interés por el estado de conservación de nuestros bosques debería ser una cuestión de Estado. Sin embargo no es así. Y la situación actual es de máxima urgencia.
Situación de alto riesgo
Hace unos días el Colegio Oficial de Ingenieros Forestales alertaba en nota de prensa que «aunque la caída de árboles en nuestros montes es relativamente habitual y puede ser incluso beneficiosa para su dinámica, el elevado número de árboles tumbados tras el paso de la borrasca y su concentración en algunos puntos resulta peligroso, ya que incrementa la combustibilidad y puede ser foco de plagas forestales«.
Por todo ello, si queremos preservar nuestro importante patrimonio forestal del zarpazo de las llamas debemos retirar de manera urgente todo ese combustible, antes de que las altas temperaturas que se esperan para este verano conviertan los bosques en un pajar y den lugar a un megaincendio que podría convertir nuestra meseta en un inmenso cenicero.
Además el aprovechamiento de toda esa biomasa forestal como fuente de energía renovable podría dar lugar a dinamizar la economía rural y fijar población en el campo. No olvidemos que, además de paisaje, lo que perdemos a raudales cuando arde el bosque es energía: una enorme cantidad de energía limpia y renovable, puesto que el CO2 que libera la madera al arder es neutro (el árbol lo ha fijado previamente).
Actuación inmediata
Los ingenieros forestales advierten que entre las variables que inciden en el riesgo de incendio forestal están el tipo y la cantidad de biomasa que se acumula en el suelo como combustible, y «sin lugar a dudas nos encontramos en una situación en la que el riesgo se verá incrementado exponencialmente si no actuamos con la máxima celeridad». Por este motivo, han propuesto que «los montes y las masas forestales arboladas afectadas sean declarados Zona de Actuación Urgente y que se disponga del presupuesto suficiente para realizar las actuaciones necesarias lo antes posible».
Esperemos que los responsables de poner en marcha dicho plan de actuación sean capaces de entender la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos y que este verano no tengamos que enlazar este artículo a la crónica de un megaincendio para constatar el pronóstico de los expertos.