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SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA

Ángel Cerdido Peñalver. Coronel de Caballería

Cuadro que representa a Santiago Apóstol, patrón de España del Arma de Caballería y la personificación del «espíritu jinete». La identificación con el jefe de las milicias celestiales, que aparece en la portada de los ejemplares del Apocalipsis leídos en los cenobios durante los más duros años de la Reconquista, se mantiene. Pero al tomar la espada por el tercio fuerte de la hoja como si fuera una cruz (símbolo de la Justicia Divina en este caso) y carecer de moros vencidos a sus pies, reaparece inesperadamente el carácter puramente religioso de la devoción al santo durante los primeros siglos desde el descubrimiento de su sepulcro en el VII.(*)

De siempre los caballos nos supieron inspirar sueños y leyendas en la imaginación de todas nuestras culturas como: «Pegaso», el caballo alado de Zeus, o los «Centauros», aquellos seres mitológicos mitad hombres mitad caballos.

También fueron fieles compañeros de algunos de nuestros héroes: «Rocinante» con D. Quijote, «Babieca» con el Cid Campeador, «Bucéfalo» con Alejandro Magno, «Incitatus» el caballo cónsul de Calígula, «Strategos» con Anibal, «Genitor» con Julio César, el «Caballo de Troya» de Homero en su Odisea, «Palomo» el de Simón Bolívar o simplemente el caballo blanco de Santiago o el negro de San Fernando de los que desconocemos sus nombres. Tampoco conocemos al caballo de San Pablo en los «Hechos» de Lucas y también creemos imaginario el que montaba el general Pavía cuando en 1870 dio el Golpe de Estado ocupando el edificio del Congreso de los Diputados.

La historia nos han dejado tantas cosas con ellos relacionadas, desde el nombre de una de las capas del caballo, la conocida como «Perla Isabela», hasta mitos como el de «Lady Godiva», pasando por el del «Caballo Alado» donde Platón nos cuenta los diálogos de Fedro con Sócrates.

A partir de Clavijo, en toda la Reconquista las batallas contra los árabes empezaban al grito de ¡Santiago y cierra España! o ¡Santiago y a ellos! como símbolo de unión entre cristianos. Cerrar España quería decir cerrar filas en torno a un jefe siendo una piña, como un solo hombre. ¡Lealtad y obediencia!.
Hoy la mayoría de los españoles, incluidos los democráticos, se han puesto de acuerdo en proclamar que tenemos lo que hemos votado y tienen claro que no han acertado, ni el Gobierno está a la altura ni tampoco la oposición. De ahí la sensación de desesperanza en el futuro, a no ser que aparezca alguien montado en un caballo blanco y lo solucione. Muy claro nos lo dejó escrito mi paisana, «cascarilleira» como yo (naturales de La Coruña), Dª Emilia Pardo Bazán en un maravilloso cuento que trataré de resumir. (*)

Como si el Pegaso cristiano, el que galopaba al través de las nubes, descendiera de nuevo a traernos la victoria, apareciera y en lenguaje de signos le preguntase a su dueño: «¿Cuándo llegará la hora? ¿Vamos a estar siempre así? ¿Por qué no cruzamos otra vez entre truenos y chispas el firmamento rojo, el aire encendido de las campales batallas?»


Bonaerges, hijo del trueno (como llamaba Jesús de Nazaret a Santiago el Mayor), ¿por qué nos has abandonado? Mira, Santiago, a dónde hemos llegado. Hemos venido a ser lo último del mundo. Y todo porqué nos faltas tú, Apóstol de los combates. Prepara tu corcel, llévale a través del aire, ponte de nuevo a nuestra cabeza. ¿No oyes cómo relincha, deseoso de arrancar al grito de «Cierra España»?.

Santiago lo preparó y el semoviente loco de júbilo al verse libre y suponer que volvía a las aventuras de otros tiempos, agitó la cabeza e hizo ondear su crin al viento.
Por su parte, el Patrón descolgaba la cota de malla y se la vestía, se calzó el ancho sombrerón orlado de acanaladas conchas y ceñía el tahalí con su espada. Y cuando ya el Apóstol trataba de afianzar el pie en el estribo de plata para encaramarse, he aquí que aparece, saliendo del vecino bosque, vestido de paño pardo calzado con groseras abarcas, haciendo señas para que se detuviese el Apóstol. Este aguardó pues en el villano de tez curtida y de rústico atavío acababa de reconocer a San Isidro, pobre labrador mozárabe, jornalero laborioso y zahorí, al que la hagiografía le atribuye entre otros el «Milagro de los Bueyes»

… El único caballo de Isidro tenía mala traza pues era largo y tendido, basto y de poca alzada. El viejo rucio a duras penas podía marcar el surco en la tierra. Cada cierto tiempo Isidro se paraba para rezar, y al ser espiado por su amo, tras la acusación de que abandonaba el trabajo, este ve cómo el viejo caballo araba solo tirado por unos ángeles.

-¡Orden del Señor! -voceaba el labrador. ¡Orden del Señor! Ese caballo nos hace falta para uncirlo al yugo y formar collera junto al mio y así poder hacer una buena labor con el viejo arado romano de reja y vertedera.

Mi querido caballo, olvídate del ruido de sables, le dijo el Patrón, en España ahora toca estar todos juntos; en estos momentos para trabajar, y cuando pase la tormenta… para votar.

Y es que Jacobo era violento, agresivo, creía en la lucha; era un fanático y en seguida se emocionaba con las cosas, se integraba de manera activa en los movimientos sociales y políticos; de hecho igual que Barrabás era zelote. (Miembros de un grupo integrista judío que en tiempos de Jesucristo preconizaba la independencia de este pueblo con respecto a Roma).
«Si os dicen que han visto un caballo volar y que era tordo, creedlo»

Y es que esas cosas no sucedieron nunca, pero han existido siempre, ya se sabe que es inútil luchar contra el devoto deseo de la gente al conceder cabalgadura al santo más español. La crisis, que asusta a cuantos amamos a esta fina heráldica parcela equina, es un producto lógico de la técnica maquinista en que vivimos, pero la vida animal es muy “terca” y se reserva siempre una baza final para burlarse de esa técnica.
Ay Santiago e Isidro, ¡cómo me habéis llegado al corazón!.
Y así es ahora esta España nuestra, desagradecida con su Rey, ovejuna y mesetaria, crédula de advenedizos, en manos de alimañas, demasiada futbolera, donde ya no hay adversarios, solo enemigos, y sobre todo inquieta por su destino.
Sería importante recordárselo a las futuras generaciones para que no se les ol-covid-ara.

PD.- (*).-Del cuento «El caballo blanco» de Dª. Emilia Pardo Bazán.
(*).-Del libro: «Castilla y León, Valladolid y las Fuerzas Armadas» del Coronel de Caballería Juan María Silvela Milans del Bosch.

Alacón, Sierra de Arcos (Teruel), junio 2020.

Fecha de publicaciónjunio , 2020

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