Todos los tecnólogos se preguntan por el nuevo gran invento o descubrimiento que revolucionará el panorama mundial de las nuevas tecnologías. Algunos hablan de los sensores que monitorizarán el mundo, otros de los dispositivos plásticos [1] y lo que ocurrirá, evidentemente, nadie lo sabe. Sin embargo, está claro que la proliferación de las tecnologías wireless o sin cables son un factor a tener en cuenta. Por la velocidad de transferencia de datos que ofrecían y la interconexión entre sistemas de diferentes fabricantes [2], hasta ahora no han sido relevantes frente a las conexiones clásicas por soporte físico como RDSI, ADSL o la propia fibra óptica. Pero varios fabricantes se han puesto de acuerdo y han impulsado la creación de un estándar inalámbrico llamado Wi-Fi que se sobrepone a estos problemas, aunque la velocidad de transmisión dista mucho de la que aporta una fibra óptica. Los inversores, tras la explosión de la burbuja tecnológica del cambio de siglo, buscan con ahínco un nuevo negocio y el centro de sus miradas ha sido esta tecnología que ya está creciendo; incluso se habla de la burbuja Wi-Fi.
Un ordenador portátil, una PDA, incluso algunos teléfonos se pueden conectar a los llamados hot spots [3] o puntos calientes que transmiten la señal hacia una central que controla el acceso y da paso hacia internet u otras redes. Ya se pueden ver, en algunas ciudades, plazas o calles con una densidad extrañamente alta de usuarios de ordenadores portátiles sentados en algún banco: sin ninguna duda hay un hot spot cercano. Normalmente, la seguridad no suele ser un punto en el que incidir cuando una nueva tecnología nace o se desarrolla, y este caso no es especial: el protocolo de acceso WPA (Wireless Protocol Access) es laxo en cuanto a seguridad se refiere. Si a esto añadimos la facilidad de interceptar una señal inalámbrica -no es necesario «pinchar» ningún cable- que además se transmite sin encriptación o cifrado (lo que técnicamente se denomina transmisión «plana»), el nuevo sistema Wi-Fi se convierte en un juego para hackers, crackers y phackers. Hasta ahora, la falta de seguridad casi nunca ha supuesto un freno para el desarrollo de determinados proyectos. Pero la seguridad es un valor en alza en el nuevo siglo, espoleado directamente por los terribles atentados del 11S y puede convertirse en freno para el crecimiento de algunas tecnologías que no consideren dicho valor como fundamental. Esta tendencia es indudablemente creciente y los profesionales de la seguridad estamos en el vórtice del tornado. Aún queda mucho por hacer y para ello debemos prepararnos adecuadamente.