En los últimos tiempos visitar volcanes activos se ha convertido en una forma más de hacer turismo de experiencia, ¿qué peligros físicos y éticos conlleva?
Hace unos días, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, se disculpó por sus desafortunadas primeras declaraciones tras la erupción del volcán de La Palma. «Vamos a dar toda la información para que la isla se convierta en un reclamo para los turistas que quieren ver este espectáculo tan maravilloso de la naturaleza». La vinculación entre turismo y el volcán sorprendió a muchos, y tras disculparse señaló que lo importante era trabajar «cerca de los afectados».
Parece lógico que la erupción de un volcán que, en los momentos en los que esto se escribe, ya ha destruido a su paso 390 edificios, no debe vincularse con cualquier clase de atractivo turístico. Sin embargo, es muy frecuente. Es un espectáculo increíble, al fin y al cabo. Con un rápido vistazo en internet, uno puede encontrarse con las ofertas más variadas: desde un tour por el túnel de lava Raufarhólshellir desde Reikiavik al volcán Kilauea en Hawái, cada vez son más las personas que quieren vivir esta experiencia única de acercarse a una montaña que emite fuego, por sorprendente (y peligroso) que parezca.
Dependiendo del lugar, los viajeros pueden realizar los recorridos en botes de lava, hacer viajes en helicópteros, surfear por las laderas o caminar hasta el borde
No es infrecuente oír acerca del Kilauea, que lleva en activo desde 1983 y tiene una gran actividad volcánica. En 2018 los titulares de todo el mundo amanecieron explicando que al menos 23 personas de la embarcación turística Lava Boat Tours habían resultado heridas después de que una explosión de lava alcanzara el techo de la cabina de pasajeros. «¡Siente el calor de la lava y escucha su crujir en esta caminata de lava durante todo el día! Un guía experimentado te llevará en un desafiante viaje de 8 kilómetros por un terreno de lava. Una aventura que no querrás perderte: aprende sobre geología local y siente el calor de la lava que fluye», puede leerse en uno de los paquetes de aventuras que pueden encontrarse en internet, para todo aquel que viaje a la isla.
Según un artículo publicado en ‘National Geographic’, en la última década el turismo volcánico ha experimentado un auge impulsado por las redes sociales y los llamados ‘cazadores de lava’. Buscan lugares legendarios donde hacerse la foto de turno, como el Monte Vesubio o algunos parques nacionales que cuentan con volcanes activos (en Estados Unidos, principalmente), como el Monte Rainier en Washington y Lassen Peak en California. Dependiendo del lugar, los viajeros pueden realizar los recorridos en botes de lava, hacer viajes en helicópteros, surfear por las laderas o caminar hasta el borde.
No es descabellado que los turistas sufran heridas al ser golpeados por trozos de roca o bombas de lava y también está el problema de respirar gases venenosos
¿Los problemas? Muchos, como es lógico. En 2010, hubo dos muertos entre los turistas en Islandia que intentaban cruzar un glaciar para llegar a un volcán. No es descabellado que algunos sufran heridas al ser golpeados por trozos de roca o bombas de lava, como sucedió en Kilauea, y también está el problema de respirar gases venenosos. Decía la geógrafa de la Universidad de Cambridge Amy Donovan en ‘BBC‘: «Muchas personas se sienten fascinadas por el poder elemental de los volcanes y se sienten atraídas por una experiencia tan intensa (…) al final infringen las normas de seguridad, muchos países volcánicos se enfrentan al dilema de querer turistas, pero también quieren mantener a la población segura».
La geógrafa y humanista Annie Fornier lleva más de 20 años denunciando la falta de conciencia de los riesgos volcánicos y el deber de preservar el patrimonio cultural y la biodiversidad de las tierras volcánicas. Hace tres años fundó ‘Volcano Active Foundation‘, una fundación sin ánimo de lucro dedicada al estudio, conocimiento, divulgación y sensibilización del mundo volcánico. Antes, llevaba la web ‘Volcanic Travel’: «Siente la Tierra como nunca antes. Haz de tu viaje una emoción. Debido al ritmo que llevamos hoy en día, los años pasan muy rápido, sin embargo, la Tierra sigue su ciclo. Una pausa para escuchar y vivir una gran emoción que nunca jamás habrías imaginado» dice la información de la página.
«Los viajes y el turismo deben apoyar la economía local y preservar las culturas y el patrimonio intangible de las tierras volcánicas»
«Hace más de tres años que hemos cambiado», nos explica Annie. «Ha sido una necesidad de enfocar el trabajo en la prevención de los riesgos volcánicos. Cuanto más viajamos, más nos damos cuenta de que no podemos cerrar los ojos ante tanta falta de conciencia del riesgo». ¿Y antes, cuando tenían ‘Volcanic Travel’? «Viajar a volcanes activos siempre es un riesgo, obviamente, pero si se hace con agencias y guías expertos en geología y vulcanología los riesgos son menores. Conocen el terreno, los problemas de gas, las grietas… los problemas más molestos que tuvimos cuando llevábamos ‘Volcanic Travel’ fueron los cambios y cancelaciones de vuelo por la ceniza en la estratosfera».
«Hoy en día es fácil viajar por cuenta propia», explica. «Las tierras volcánicas son las más fértiles del mundo y contienen la mayor biodiversidad de nuestro planeta. Los viajes y el turismo deben apoyar la economía local y preservar las culturas y el patrimonio intangible de las tierras volcánicas. La vida la crean los volcanes, son el termómetro de nuestra tierra».
Las redes sociales solo han exacerbado la necesidad de sentir que nuestras vidas tienen sentido y son diferentes con actividades que, paradójicamente, pueden ponerlas en peligro
Las redes sociales solo han exacerbado la necesidad de sentir que nuestras vidas son diferentes y tienen sentido con actividades que a veces pueden ponerlas en peligro. Elegimos liberarnos del tedio del día a día con el turismo de experiencia, que en algunos casos puede sorprender: visitar un volcán no es la actividad más descabellada cuando, dejando la ética a un lado, también podemos pasearnos libremente por una favela como si caminásemos por un zoo, nadar con tiburones, construir un iglú, ver un campo de exterminio o incluso recorrer los túneles de la guerra de Vietnam.