Una de mis primeras experiencias con la formación en el lugar de trabajo tuvo lugar cuando me contrataron como peón en una plataforma petrolífera en 1986. No se impartía formación, por lo que la plataforma estaba plagada de accidentes y múltiples percances. Cada vez que preguntaba al director de la plataforma por qué hacíamos algo, él me maldecía y me decía que me callara.
Al cabo de unos meses, el director me apartó y me dijo que si no resolvía las cosas pronto, me despediría. Le dije que aprendería más rápido si recibía algo de formación. Hizo caso omiso de mi comentario. Pero por aquel entonces había aprendido lo suficiente como para conservar mi trabajo, y cuando contrataron a un nuevo operario para mi equipo de cuatro personas, me encargué de formarlo.
En dos semanas, le enseñé todo lo que había aprendido por las malas durante los meses anteriores. Cuando estuvo completamente entrenado, el jefe de la plataforma, que había observado todo el proceso desde un metro y medio de distancia, me llevó aparte.
«Sabía que tenía razón al amenazar con despedirte», dijo con arrogancia. «Es evidente que te motivó».
Aprendí dos cosas de esta experiencia. Primero, que la formación es una poderosa herramienta de preparación que también puede ahorrar tiempo y mantener un entorno de trabajo seguro. En segundo lugar, no todos los jefes son líderes.
Habilidades y competencias
Además de ser una poderosa herramienta de preparación, la formación es también un proceso complejo. La mayoría de los puestos de trabajo, incluido el de vigilante de seguridad, son complicados, por lo que para formarse en ellos con éxito los estudiantes deben aprender y comprender tanto las habilidades básicas como las específicas de cada tarea.
Por ejemplo, redactar un informe sobre un incidente de seguridad es un proceso complejo que requiere habilidades verbales y de comunicación; la capacidad de reunir y analizar diversos elementos de información; la capacidad de estructurar esa información en un orden coherente; la capacidad de comprender cuestiones jurídicas potencialmente complejas; y la comprensión del proceso de investigación.
El aprendizaje de este tipo de habilidades puede considerarse como un proceso de adquisición de competencias. Según la definición del Departamento de Recursos Humanos de la Universidad de Nebraska-Lincoln, las competencias son «conocimientos, habilidades, destrezas y atributos personales observables y medibles que contribuyen a mejorar el rendimiento de los empleados y en última instancia, a lograr el éxito de la organización».
La Fundación ASIS, en colaboración con la Universidad de Phoenix y el Apollo Education Group, creóen el año 2014 un documento sobre las competencias empresariales en el sector de la seguridad, posteriormente fue actualizado en 2018. El modelo de competencias consta de varias niveles, empezando por la eficacia personal -que incluye habilidades interpersonales, integridad, iniciativa, adaptabilidad, flexibilidad, fiabilidad e interés por el aprendizaje permanente-.
Por encima de este primer nivel están las competencias académicas, que incluyen los fundamentos de la seguridad, los fundamentos empresariales y el pensamiento crítico. En el tercer nivel se encuentran las competencias laborales, que incluyen el trabajo en equipo, el pensamiento estratégico, la resolución de problemas y el trabajo con tecnología. El cuarto nivel consiste en las competencias técnicas del sector. El quinto nivel consiste en las áreas funcionales del sector industrial, y el sexto en las competencias y requisitos profesionales. Los seis niveles pueden servir de base para un programa de formación en seguridad completo y eficaz.