En el subsuelo de la capital se encuentra una extensión de agua de más de 2.600 kilómetros cuadrados de extensión. Aunque solo se utilizan sus recursos en momentos de emergencia
Casi dos tercios de todo el territorio de la Comunidad de Madrid se dispone sobre alguna masa de agua subterránea. La abundancia de este recurso marcó incluso la evolución del lugar, y es que hasta mediados del siglo XIX, la población se abastecía exclusivamente de las aguas subterráneas mediante los denominados ‘viajes del agua’. Entonces llegaría el apoyo del río Lozoya y la inauguración del Canal de Isabel II.
En la actualidad, el área metropolitana de Madrid se asienta precisamente sobre una cuenca sedimentaria, que da lugar al acuífero terciario detrítico, el principal de la comunidad por sus 2.600 km² de extensión, su capacidad de almacenamiento, su profundidad (puede llegar a los 3000 metros de espesor) y su ubicación central. Sin embargo, no es el que cuenta con las mejores condiciones hidrogeológicas y tampoco del que más agua se puede extraer.
«Cualquier actividad que produzcas en superficie, va a influir en aguas subterráneas, da igual que sea un hidrocarburo que un bote de lejía»
El acuífero debe su nombre a las características de las rocas que lo componen, son detríticas, contienen mucha arcilla, «un mineral de tamaño fino que hace que este recurso no tenga unas enormes capacidades hidrogeológicas, pero permite almacenar mucha agua, convirtiéndose así en un importante reservorio», explica a Planeta A Esther Sánchez, del Canal de Isabel II.
En la Comunidad de Madrid, el control de la calidad de las aguas es llevado a cabo por la Confederación Hidrográfica del Tajo. En coordinación con dicho organismo, el Canal de Isabel II realiza trabajos y estudios complementarios, además de encargarse del control de las aguas de abastecimiento de la población. Según datos de la Confederación, se estima que actualmente las aguas subterráneas aportan alrededor de 48 hm³/año a los habitantes y que los 739 hm³/año restantes proceden de recursos superficiales, unas cifras que varían según los períodos de sequía.
Por su parte, el Canal de Isabel II utiliza el acuífero terciario detrítico como un recurso estratégico para el abastecimiento, es decir, solo se hace uso del mismo cuando la Comunidad pasa por un período de sequía o existen contingencias en el sistema. El órgano de gestión prioriza las aguas superficiales, dejando las subterráneas para cuando es expresamente preciso. Esto permite que el terreno cuente con un tiempo más que óptimo para recuperarse y que se puedan realizar muestreos para confirmar la calidad de las aguas. «El año pasado hicimos unos 156 muestreos que nos permiten caracterizar el agua extraída de forma que, si hubiera alguna anomalía, la identificaríamos antes de poner el acuífero en funcionamiento», apunta Esther Sánchez.
La última campaña de sequía en la que las aguas subterráneas contribuyeron con gran cantidad de su recurso fue durante la situación que vivió la Comunidad de Madrid en 2005-2006. Desde entonces, no se ha hecho ninguna aportación importante, lo que ha permitido que el acuífero se encuentre en una situación estupenda en la actualidad, estando por encima «del 90 o 95% de capacidad en las zonas en las que el canal opera».
Acuífero Cretácico Carbonatado
En los alrededores del municipio madrileño de Torrelaguna se encuentra el acuífero cretácico carbonatado. Compuesto por calizas, cuenta con una extensión de 56 km² y un espesor de hasta 170 metros. «Es un acuífero muy interesante, pero su agua es sulfatada y más mineralizada, por lo que requiere de un tratamiento previo en la estación de agua potable de El Bodonal», añaden desde Canal. Se trata de un recurso mucho más localizado que el detrítico, por lo que no es tan fácil acceder a él desde toda la comunidad.
La contaminación por nitratos
El último informe de la Comisión Europea sobre la implementación de la Directiva sobre Nitratos concluía hace unas semanas que el 14,1% del agua subterránea de los países de la Unión Europea excede los límites de concentración de nitratos por el vertido de fertilizantes de la agricultura y de subproductos como los purines de la industria ganadera.
Y sí, entre las aguas más contaminadas se encuentran las españolas. Las comunidades autónomas, por su parte, designan en sus territorios zonas vulnerables ante este tipo de contaminación. En Madrid se dividen de la siguiente manera: La Alcarria, Guadarrama-Manzanares / Guadarrama-Aldea del Fresno, Sur de Loranca, Sector Sureste del arroyo de la Marcuera-Valdeavero y Bajo Albodor. Para paliar la situación, se tiene como referencia un código de buenas prácticas agrarias, en el que destacan acciones como la de respetar los períodos recomendables de uso de los fertilizantes, así como su correcta aplicación en el terreno, o el establecimiento de planes de abonado por parte de las explotaciones agrícolas.
Aunque la situación ha mejorado levemente frente al informe de 1991 de la Comisión, el resultado de los planes establecidos sigue siendo insuficiente. Desde IMDEA (Institutos Madrileños de Estudios Avanzados) llevan a cabo investigaciones sobre este tema con el fin de preservar la calidad del agua ante distintas actuaciones o actividades antrópicas. Una de sus apuestas para paliar la contaminación, es la economía circular: «Además de usar las cantidades óptimas de nitratos para que no lleguen a las aguas subterráneas, habrá que buscar nuevos fertilizantes o reutilizar productos que ya tengamos y que podamos reacondicionar para usarlos como tal. Se trata de aprovechar lo que antes era un residuo para convertirlo en recurso», apunta Irene de Bustamante desde IMDEA.
Los grandes olvidados del ecosistema
La mente humana es mucho más simple de lo que creemos: todo lo que no vemos, terminamos por olvidarlo. Es precisamente lo que ocurre con los acuíferos, de los que no nos solemos acordar cuando hablamos de cadenas de reutilización o cuidado del medio ambiente. Una situación crítica que, según los expertos, es necesario paliar cuanto antes y que pasa por la educación. «Hay que ser consciente de que cualquier actividad que produzcas en superficie, va a influir en aguas subterráneas, me da igual que hablemos de un hidrocarburo que de un bote de lejía, ambos van a parar a las aguas subterráneas. La clave está en la educación, las tenemos que poner en valor como recurso. Además, si se contaminan, es más difícil descontaminarlo por su difícil acceso», comenta Irene de Bustamante.
Una investigación publicada hace unas semanas en la revista ‘Geophysical Research Letters‘ estimaba que el depósito total de agua subterránea es de 44 millones de kilómetros cúbicos, convirtiéndose así en el depósito de agua más grande de la tierra. Y aun así, en los centros de enseñanza apenas existe temario sobre este bien y la importancia de cuidar su estado. Sin olvidar la falta de campañas de publicidad que hablen del papel protagonista que tiene el recurso en el ciclo hidrogeológico. Por su parte, Naciones Unidas ha anunciado recientemente que el Día Mundial del Agua 2022 será dedicado a este bien, que representa el 97% de los recursos líquidos del mundo y que cuyas reservas, según sus datos, corren serio peligro por el cambio climático y la sobreexplotación.